Lunes
5 Enero: Minsk – Vitebsk: A Vitebsk con la estocada Minskense
Sin apenas haber pegado ojo por el mini
Love Parade de locas que se montó a última hora nos levantamos
para ir a la estación, nuestro tren a Vitebsk partía a las
12.57 horas, cogimos el Metro en nuestra parada habitual (Ploshcha
Peramohi) y
fuimos hasta Ploshcha Lenina, que es la parada que te deja más
cerca de la estación central.
Como desayuno nos hicimos con unos
perritos tóxicos, y esperamos pacientemente a que diera la hora,
mientras esto ocurría Jenny tuvo el detalle de acercarse a
despedirnos a la estación, y nos preparó un dvd con fotos que había
hecho de Minsk y una miniguía sobre lo que no nos debíamos perder
de Vitebsk. Nos despedimos de Jenny en el andén emplazándola a
venir a Aluche cuando la viniese en gana.
Como se puede ver, los
mecanismos de los trenes estaban totalmente gélidos!!!
El tren arrancó, era uno de esos trenes
cama que tanto gustan tipo
Transiberiano, la expedición estaba totalmente rota, habíamos
pasado tres días de excesos, fiestas, asados, infartos y pedradas, pero
ahí estábamos en uno de nuestro queridos trenes, dispuestos a hostiarlo
enterito. Y así fue, cada uno fue buscando acomodo en los diferentes
camastros y uno a uno caímos en un profundo sueño que se prolongó
durante las casi cinco horas que dura el trayecto hasta Vitebsk.
A las 17.44 el tren hacia su
entrada en Vitebsk, la noche era cerrada y el frío muy intenso.
La inanición era de órdago, y hubo gente que aprovechó para hacer acopio
de unos bollitos en la estación, mientras sopesábamos donde dormir. Como
no lo teníamos nada claro salimos a la calle y allí nos recibió
frotándose las manos un taxista de pura cepa, que como diría Sul
era muy abrazable.
Cristal congelado en un
tren Bielorruso con el símbolo del Diamanteesscarbon y la estación de trenes
de Vitebsk por
la noche totalmente nevada.
Él y un compañero nos llevaron a un
primer hotel, el
Hotel Dvina (Ilinskoho, 2) que aparecía entre
los recomendado de la
Lonely Planet, y que además es el más económico de la ciudad;
pero al parecer estaba completo, o eso, o que pasaban de alojar
extranjeros, así que nos fuimos extrañados a otro de los hoteles*
que aparecían en la guía, el Hotel Vetraz.
* ver más opciones de
alojamiento en Vitebsk. El viajero mochilero, acostumbrado a dormir
en albergues o alojamientos baratos ha de saber que en Bielorrusia, como
ya pasaba con Ucrania sólo existen hoteles, generalmente caros, a la par
que casposos. Por lo que es recomendable alquilar previamente un
apartamento puesto que por calidad – precio sale mejor.
El
Hotel Vetraz
(Av.
Cherniajovskiy, 25/1; telfs.
+375 212 27 22 25; e-mail:
vitebsktourist@mail.ru), tenía unos precios bastante superiores a
los del anterior, pero no nos quedaba otra sino queríamos rodar
películas como: “El Retorno de Témpano”, “Me quedé duro” o “Tempanitis
2”. Y es que en Vitebsk hacia más “rasca que en Alaska”.
Finalmente pillamos 3 habitaciones
dobles
(150.000 Br = 43 € cada una) y una individual
(70.000
Br = 20 €), resulta algo inexplicable que costase menos por persona
la individual que la doble, pero bueno no estábamos para discutir,
teníamos hambre, así que nos emparejamos (la doble S o SS =
Sul y
Sulen,
Capo y
Rá,
Chema y
yo; y por último la suite para
Berni el pajo man), dejamos allí los lastres, y cogimos un taxi*
para ir al mejor restaurante de la city, según la guía de los
despropósitos.
* Consejo: una carrera
media de taxi en Vitebsk sale por unos 7.000 Br = 2 €; de todas formas
siempre es aconsejable acordar la tarifa antes de tomar uno; algo que
nosotros no hicimos en la estación con el taxista bonachón y de ahí que
nos la clavasen un poquito.
El Restaurante al que me refiero es el
Traktir Vitebsky (Ulitsa Suvorava 2; telf. +
375 8212 37 01 07), un lugar que no defraudó para nada. Su formato en
forma de cuevas bodegueras le daba un toque de intimidad a la par que
apoltronamiento, esto, sumado a la lentitud del servicio y a la
debatina* que se habían tomado algunos, hizo que la cena se
convirtiera en la más larga de todos los tiempos.
*
debatina: propiedad que permite
discutir horas y horas sobre todo tipo de cosas, no confundir con la
chasquarrina, que es la que te permite
hacer coñitas durante un numero ilimitado de minutos.
Y además tuvo prórroga, ya que nos
pedimos dos botellas de vodka para rematarnos, en total comimos y
bebimos los siete por
318.000 Br, algo más de 90 €. Salimos del
restaurante con la idea de ir al
Energy Club, el garito que nos
había recomendado Jenny. Cogimos un taxi que nos llevó hasta la
discoteca, la cual, como era de esperar estaba cerrada, ya que era
lunes. Aún así aquí os dejo un
video del Energy Club tan sólo 10 días antes de que nosotros
estuviésemos por allí, parece un local muy animado y sin lugar a dudas
el mejor de la noche de Vitebsk.
Una vez comprobado que la ciudad estaba
muerta, cogimos un taxi y volvimos al hotel. El cansancio era grande,
aunque dio para echar una pocha en el hall, al parecer de las más
cansinas que se hayan jugado en los últimos años, y de la que salió
victorioso el
Sul.
Por nuestra parte,
Chucho y
yo nos quedamos en las habitaciones, yo empecé a leer un libro
que había llevado al viaje de
Ryszard Kapucinsky, “La Guerra del Fútbol y otros reportajes”;
mientras veía en la tele las noticias sobre las primeras consecuencias
que la crisis del gas había provocado en algunos países del este de
Europa, que se habían visto privados de calefacción. Aún no habían
subido los pocheros cuando ya estaba durmiendo a pierna suelta.
Martes
6 Enero: Vitebsk – Lago Shvakshty: De la
cultura de Vitebsk, a la naturaleza y los frios lagos del norte
A las nueve dejaban de servir el
desayuno (incluido en el precio), por lo que
Chemone y yo apuramos hasta las 8.40 para despertarnos y
bajar al comedor bizarro a por nuestro desayuno bizarro. Unas lonchas de
jamon york, unos panes con mantequilla, un huevo y un vaso de agua, pero
todo en plan miserable, y además te lo servían por tandas, es decir,
igual te tocaba esperar 10 minutos con dos lonchas de jamón hasta que
venia el huevo, un lío Javier! y a todo esto nosotros con la hambruna
que arrastrábamos salivando como perras.
Mientras
Bernon,
Sule y
Sul negociaban en la agencia de viajes (e-mail: vitebsktourist@mail.ru) que había en el propio hotel, el tema de
nuestra visita al lago y el alquiler de la dacha. El resto fuimos
guardando las mochilas en un cuartito que nos había habilitado el
personal del hotel, y esperamos un rato tirados en los sofás hasta que
pactaron el tour.
Todo quedó en que a las cinco de la
tarde nos vendría a buscar una furgoneta que nos llevaría hasta las
dachas cercanas al
Lago Narach, una vez allí tendríamos un par de habitaciones para
los siete en una cabaña tradicional. Con el asunto resuelto, ensotados,
y con la braga, palestina o fular en su sitio, nos montamos en dos taxis
que llevaban esperando más de media hora por nosotros, dirigiéndonos
directamente al city center.
Vitebsk es una ciudad de
unos 350.000 habitantes que se localiza 277 km. al noroeste de
Minsk. Su interés radica en ser, con el permiso de la capital, la
ciudad bielorrusa que más patrimonio histórico, artístico y cultural
atesora, además de ser el lugar de nacimiento e inspiración de
Marc Chagall, el pintor más grande que haya dado Bielorrusia.
Nuestra visita comenzó en la estatua
más cómica, más bizarra y más fuera de lugar con la que jamás me
haya topado a lo largo de mis viajes. Sí, amigos del carbón, me refiero
a un conjunto escultural en hierro formado por un payaso tocando el
acordeón acompañado de un caniche gay (por su ademán), es para verlo.
Degradada la estatua y superado el trago empezamos a turistear.
Comenzamos cruzando un puente sobre el
pequeño río Vitba, que junto con el más caudaloso
Luchesa, son los dos afluentes que abastecen al
Dvina (o Daugava), el
gran río que atraviesa la ciudad, precisamente es el más pequeño de los
tres, el
Vitba, el que da nombre a la ciudad. En las barandillas negras
del puente, se apreciaba perfectamente la perfección de los copos que
estaban cayendo, eran símbolos de la nieve perfectamente trazados.
Subiendo la avenida Lenina, una
de las arterias de la ciudad, nos fuimos topando con diferentes puestos
muy culturales en los que se vendían carnes, pescados frescos y una
amplia gama de cervezas*, de las cuales compramos algunas, comprobando
en nuestras carnes el “efecto inversión”, es decir, que aquí no vale la
frase de “bébete rápido la birra que se caliente”, en Vitebsk se
aplica el “bébetela rápido que se congela”, y la cerveza congelada no es
plato de buen gusto.
* las marcas de
cerveza locales que gozan de más popularidad son:
Lidskoe, Krynitsa y Alevaria
Estando en el marcadillo llama
poderosamente la atención las dos cúpulas doradas de la Iglesia de la
Resurrección (1772), así como la torre del Ayuntamiento
(1775), dos de los edificios con más solera de la ciudad. Continuamos
moviéndonos por las callejuelas del centro, una parte de la ciudad donde
suelen escasear los bloques altos, y son más bien casas típicas de tonos
pastel de la arquitectura rusa de los ss. XVIII y XIX.
Aunque uno de los principales
atractivos de la ciudad es que el pintor Chagall nació aquí,
nosotros hicimos una de nuestras típicas palmadas culturales y no
visitamos ni su Casa Museo, donde vivió entre 1897 y 1910, ni el
propio
Museo Chagall, también hay que decir que cuando se dispone de
poco tiempo lo mejor es recorrer todos los rincones de la ciudad que
puedas.
Por eso sin perder un segundo y guiados
por la guía en cirílico que le habían dado a Bernon los de la
agencia de viajes del hotel, aparecimos en un parque con un obelisco o
pollita en el centro. Aunque en ese momento no entendimos el porque de
esa pollita, ni de las tumbas con flores aledañas, con investigaciones
posteriores os contará que el obelisco se erigió en homenaje a la
victoria rusa sobre Napoleón en 1812. Aquí es donde tuvo lugar la foto
de los nazgul, los chicos deslizando por la nieve y Chema, con el
obturador abierto, retratandoles en movimiento!
Muy cerca de allí, y continuando por la
orilla este del Dvina, se halla el Zoopark, una especie de
zoo – parque de atracciones tope bizarro que estaba cerrado, pero en el
que nos llamó la atención el hecho de que una avestruz campase a sus
anchas, a -10 grados, con todo nevado. Impresionante la resistencia de
este animal tan primitivo.
Junto al zoo, había un edificio de
color caca, viejo y desvencijado que fue varias veces fotografiado por
el comunismo que desprendía; resulta que se trataba de un seminario de
sacerdotes ortodoxos seguidores de San Basilio, los cuales se hacen
llamar a ellos mismos “basilians”
(en español serían basilios o basilinos). Pero nosotros íbamos como
pollos sin cabeza por la ciudad, con la pobre explicación de la Lonely
como única referencia, y con una guía en cirílico de la que no nos
enterábamos ni media.
Famosa foto de los
Nazgul y riesguitos en el rio Dvina.
Lo que si sabíamos es que el hambre,
sumada al frío nos había restado power, así que fuimos en busca de un
restaurante, cruzamos el Dvina y localizamos una pizzería, en la que en
principio íbamos a tomar un tentempié, que pasó a ser cuatro pizzas y
unas jarritas de cerveza. Mientras comíamos Chema y Sul se dedicaron a
hacer riesguitos en el río, probando la resistencia de las placas de
hielo, finalmente no hubo que lamentar victimas, como siempre.
La visita continuó yendo a la Plaza del
Teatro, que se halla en la ribera este del río Dvina, y donde esta el
teatro más importante de Vitebsk, el Yakuba Kolasa, que se
localiza al principio del puente principal. Justo en frente del teatro
en el mismo lado este del río, visitamos dos iglesias ortodoxas, una de
madera y otra en piedra, ambas son reconstrucciones recientes de
iglesias de la época medieval. Cerca de allí había un escenario en el
que estuvimos haciéndonos los clásicos saltos por el mundo, con alguna
hostia que otra por resbalón.
Para terminar con el tour cansino por
Vitebsk, fuimos a la explanada de la Victoria (Ploschadj pobedy), donde se encuentra el
enorme monumento de las tres bayonetas, que son como tres escopetas (o
pollitas) muy altas de hormigón bajo las cuales se encuentra el fuego
eterno por los soldados caídos durante la II Guerra Mundial. También es
de especial mención el Monumento a la Batalla, un grupo
escultórico en hierro, en el que aparecen unos cuantos soldados rusos
armados hasta las trancas.
Antes de regresar al hotel fuimos a un
supermercado próximo para proveernos de viandas varias para la noche,
entre otras cosas compramos un exquisito salmón, pan, algunas cervezas,
etc. No queríamos que nos faltase de nada en nuestra estancia en el
lago; aún así, nos quedaríamos cortos una vez más. Con la compra hecha
regresamos al hotel en taxi. Allí nos tocaría esperar un rato hasta que
nos recogieran.
Serían las cinco y media cuando
apareció la furgoneta que nos iba a llevar hasta las dachas de los lagos
del norte. El precio final que se acordó fue de 140 $, por un
trayecto de unos 300 km. hasta el
Hotel Complex Shvakshty (a 16 km. del
Naroch Hotel), un complejo
de dachas, con restaurante, sauna y barbacoa.
Aqui podras ver los precios de nuestras Dachas, concretamente las
que alquilamos estan en
este enlace.
El viaje en la furgoneta se recordará
por varios motivos; como el frío que hacia dentro, nadie fue capaz de
quitarse los abrigos durante el viaje, y los cristales iban
completamente helados, por lo que cuando se pitilleaba, no se abrían las
ventanas, formando una narcosala o submarino de dimensiones colosales;
además había ratos de total oscuridad por lo que no te quedaba otra que
dormirte o cortarte las venas, pero le pedimos al driver que encendiera
la luz, y ocurrió un milagro, tres personas leyendo al mismo tiempo. Se
montó una biblioteca inédita hasta la fecha,
Rá leyendo la Lonely, el
Capo “Una plaga de orugas” de
Nigel Barley, y
yo continuaba con mi lectura de Kapucinsky.
Aunque desde donde yo iba no se veía ni
un pijo, según se dijo las carreteras estaban en muy bien estado y
señalizadas. Y como el viaje duró algo más de cuatro horas, hubo que
hacer un par de paradas, la primera para cambiar el agua al canario, y
la segunda para combatir la inanición, para ello paramos en un
restaurante de carretera muy auténtico, en el que probamos
especialidades locales: una sopa grumosa muy rica, y un filete con puré
de patatas y ensalada, también gustoso, para beber nos pusieron
kvas, licor hecho con malta, harina, azúcar, menta y frutas,
aunque quizá sólo se encuentre la variedad normal, con pan fermentado.
El kvas sabe un poco amargo, y es la típica bebida a la que hay
que cogerla el punto, de primeras sabe un poco a rayos.
Pasadas las nueve y media de la noche
llegamos a la zona de los lagos del norte, nuestro alojamiento, como he
dicho anteriormente, era el
Hotel Complex Shvakshty, situado a orillas del lago homónimo, un
lago seis veces más pequeño que el
Lago Narach y situado al noroeste de éste. El precio
por
persona, con desayuno incluido, fue de 32.700 Br, algo más de
9 €.
Región de los lagos Bielorrusos como el Lago Narach
Como he explicado antes, las dachas son
casas de campo típicas en Rusia, que suelen estar construidas en madera.
La
nuestra en concreto se componía de varias habitaciones, y como todos
no cabíamos en la misma nos distribuimos en dos cuartos, por un lado
estaban
Capello,
Rá y
Sul; y por otro
Bernon,
Sulen,
Chema y
yo.
Una vez instalados, salimos a prisa
para cumplir la primera misión que nos habíamos fijado, hacer un
hoguerón. Algo típico de este tipo de viajes invernales que ya habíamos
hecho en Finlandia en 2003, o en
Suecia en 2005, donde salíamos de noche al bosque en busca de
maderos y encendíamos una buena chesca donde bebernos algo calientes.
Pero esta vez no iba a ser tan fácil,
por una razón muy sencilla, y es que hacia unos 10 grados menos que en
las otras ocasiones, en esos momentos estaríamos rozando los -20º, o
quizá la sensación térmica de estar cerca de un lago también ayudó, pero
hacia más frío que en otros lugares de Bielorrusia.
Aún así, por obcecación y con pequeñas
astillas que fuimos recortando de los troncos gracias a un hacha que nos
habían prestado, conseguimos encender el fuego, pero la madera fría
hacia que no terminase de tirar, a pesar de que Sul el fuelle no
paro de soplar hasta que se le encharcaron los pulmones. Cuando
llevábamos casi una hora de frustración porque no arrancaba la hoguera,
apareció Viktor, el ruso salvador, un trompa que estaba en
nuestras dachas alojado.
Viktor,
era el típico ruso curtido en mil batallas siberianas, y el tío lo tenía
claro, arrancó unos cuantos helechos verdes, que cualquiera diría que no
iban a arder, y los puso encima de la pequeña llama que habíamos
conseguido mantener. Nosotros estábamos un poco mosca, dudábamos de que
eso fuera a tirar, aunque la determinación del moscovita nos hacia
pensar por otra parte, que lo conseguiría seguro.
Como la hoguera tardaba en despegar,
los Alba Bros., que empezábamos a tener miembros amputados por el
frío nos fuimos a la cabaña, y al parecer fue irnos y que se levantase
una llamarada más grande que la que arde en el infierno, una cuestión de
gafe, que diría el
Pichi Sul. Pero así fue, Viktor el trompa lo había
conseguido, así que
Chema y
Capo nos vinieron a avisar, yo volví a ver esa gran llama de la
que tanto se hablaba, pero mi hermano se quedó al calor del radiador.
Estuvimos un rato más al cobijo de la
lumbre, dándole unos tientos al vodka con naranja que habíamos
preparado, pero el trompismo de Viktor, que casi se cae a la
hoguera en varias ocasiones, y la sensación de peligro que suponía verle
con un enorme hacha entre sus manos hizo que apagásemos el fuego a base
de meadas. ¡Misión cumplida!, tocaba sauna.
Y así fue, nos fuimos directos a quemar
toxinas a la sauna, donde se encontraban parte de una excursión de rusos
que habían ido allí de vacaciones. Cuando el calentón era suficiente
salíamos a revolcarnos por la nieve o a pegarnos una ducha fría, y
cuando nos cansamos nos bebimos unos vodkas y unas cervezas con los
rusos que allí se encontraban, que por cierto, estaban rodando una
especie de película de terror, no sabemos si el que todos
tuvieran tara tenia algo que ver a la hora de dar los sustos.
Hasta aquí todo bien, hasta que esa fuerza de la naturaleza llamada
Viktor entró en el complejo saunístico, y nos fue cogiendo uno por
uno y metiéndonos a la sauna a darnos unos azotes, algunos como
Chema,
Capello y
yo conseguimos escapar, pero la doble S (Sul
y
Sulen) pillaron por todos lados, y se fueron con arañazos y
moratones a la cabaña. Por momentos corrió el rumor de que Viktor
era gay, aunque más tarde esta teoría se desmontó cuando le vimos
meterse a su habitación con una rusa.
Ya en la cabaña, llenamos nuestros
buches con el salmón y la mantequilla que habíamos comprado en
Vitebsk esa misma tarde, nos supo de lujo. Después la idea era
jugarse una
pocha, pero hubo que suspenderla porque no había ganas entre el
personal. Así que lo único que nos quedaba era debatir, y así comenzó
una acalorada discusión sobre uno de nuestros temas favoritos: los
sellos.
Bernon, un experto
contertulio, decía que le quedaba sólo Malta para acabar de
visitar todos los países del continente europeo, entre los que incluía
Kazajastán, ya que decía que la parte oeste del país, la que va
desde el
río Ural hasta la frontera con Rusia pertenece a la
Europa física, algo que a todos nos pilló por sorpresa, y fue en
este punto donde se lió parda. Finalmente la cosa quedó en que nadie
habría acabado con Europa hasta visitar la parte oeste de Kazajastán.
Un buen lugar para experimentar este cambio de continente puede ser la
ciudad kazaja de
Atyrau, que esta atravesada por el río Ural, siendo una
parte asiática y la otra europea.
Con un nuevo pájaro viajero
revoloteando nuestras cabezas nos fuimos ha dormir, y el cansancio
acumulado nos hizo caer como cestos, había que recuperar fuerzas para la
excursión al lago de la mañana siguiente.