DÍA
11 Y 12 (10 y 11 de julio) Praga - Bratislava
Llegamos a Praga por la mañana temprano, y la lluvia predominaba en el
cielo, fuimos directamente al albergue donde se hospedaban Capello y
Lauriki. Y al fin nos juntábamos la expedición al completo, los 10
gañanes que esa misma noche partimos la pana en un famoso garito de
Praga, cercano a la plaza del centro. Pues bien, durante el día
visitamos los monumentos, fortalezas y castillos más importantes de
Praga, caminamos por el puente de San Carlos y subimos a la Praga
antigua, a ver la catedral y las preciosas vistas que desde lo alto se
podían divisar.
De
nuestra andanza por Praga se puede contar alguna que otra anécdota, que
al recordarlo, a más de uno le hará esbozar una sonrisilla, y es que,
por ejemplo; Irene, ¿qué pasó con tus chanclas?; o el propio Garci y yo
perdimos al grupo porque nos pudo el ansia de aquel perrito grasiento
que nos llamaba con tanto fervor; por no hablar del timo que nos
hicieron en aquel Change, al cambiar euros por coronas checas. ¡Menuda
estafa! Y si ya nos adentramos en la noche, que manera de arrasar con
Praga, fue una noche inolvidable (para lo bueno y para lo malo) pero en
general, estuvimos inmersos en una pelea entre rumanos y búlgaros, y de
éstos últimos acabamos siendo colegas incluso fuimos invitados a alguna
copa que otra. También fue la famosa noche en la que conocimos a hinchas
del River Plate, los cuales nos enseñaron como se estila el hooliganismo
argentino durante el amanecer de Praga. Y por ultimo, decir que no le
preguntéis nada sobre esa noche a Zoydo, porque no se va a acordar.
Jejeje.
Al
día siguiente, la resaca nos impidió salir a conocer algo más de la
ciudad, (es lo que tienen los interrailes, que mezclar la fiesta hasta
altas horas de la madrugada y al día siguiente hacer turismo, es duro),
por lo que estuvimos tirados en el albergue (salvo Olga, que se animó y
estuvo visitando algún lugar de interés) hasta el mediodía que, tomamos
rumbo hacia Bratislava, donde llegamos sobre las 5 y pico de la tarde.
Garci nunca olvidará la llegada a Bratislava, ya que, como si de
película de mafiosos se tratara, al pisar anden y encenderse un
cigarrillo, CATACROCK, dos policías le acordonaron, y como si de un
muelle en el brazo se tratara, evitando un disloque de codo, se
desenfundó, al igual que el capuchón de aquel bolígrafo para enchufarle
una multa de ¡¡15 euros!! Qué mal presagio ante la que se nos podía
venir encima en aquella ciudad, porque fue salir de la estación y
empezar a ver gente rara, así como una mezcla entre bolivianos y
rumanos. La cosa mejoró cuando nos aproximamos al centro, que aunque
vimos poco, la ciudad no tenía mucho más debido a sus escasas
dimensiones, también disfrutamos mucho.
Por
la tarde divisamos la ciudad desde un palacio, del que había una
panorámica bastante buena de toda la ciudad, después nos metimos en un
restaurante, en el que nos atendieron bastante bien (ya que nos dejamos
medio presupuesto del viaje en la máquina de poner canciones, que
aquello se convirtió a ver quien ponía la mayor mariconada…), y tras la
cena, fuimos a ver el cotarro que había en las calles del centro. Nos
encontramos con muchísima gente de fiesta, ya que era sábado, y unas
peculiares estatuillas distribuidas aleatoriamente por las calles
céntricas, que eran muy curiosas. Aunque a Chechu le pesara (porque
quería seguir de fiesta, y más después de ver las autóctonas cachondas
que abundaban) a las 5 de la mañana estábamos hechos polvo, y nuestro
tren a Budapest salía a las 7 de la mañana (aunque luego se retraso más
de tres horas) así que decidimos ir a dormir a la estación. Quién tenga
curiosidad por saber como fueron aquellas tres o cuatro horas de sueño
en la estación, que le pregunte a Chechu y olga, que fueron los únicos
que pudieron hacer guardia y cuidar de nosotros.
Por
fin, a las 10 casi, pudimos coger el tren que nos llevaba hasta
Budapest, ciudad a la que llegamos al mediodía.
DÍA 13, 14 Y 15 (12,
13 y 14 de julio) Budapest – Balaton – Héviz
Llegamos el domingo al mediodía, y después de encontrar un alojamiento
muy peculiar, ya que era una mezcla de edificio de oficinas y
habitaciones rehabilitadas,( la verdad es que fue un triunfo, porque
salimos a menos de 10 euros por cabeza), comimos en un Burguer, y fuimos
a por el sello del Gellert (balneario más famosos de Budapest),
aprovechando el día de sol, nos tiramos toda la tarde entre la sauna, la
piscina de olas y la piscina caliente de interior, ¡ Qué maravilla!
Tras
el día de relax, del que toda la expedición disfrutamos, la señorita
Lauriki se digno a cocinarnos unos espaguetis (que nos comimos en el
suelo de nuestra planta de hotel) en la mini cocina de la que
disponíamos, aunque he de reconocer que estaban tremendos. Y tras esa
cena, “se debatió” sobre si salir por la noche o no. Los que salimos,
que al final fuimos casi todos, disfrutamos como niños de unos toboganes
gigantes que aprovechaban la inclinada montaña Gellert, todo ello
acompañado de unas costosas botellas de vodka y alguna que otra lata de
cerveza.
A la
mañana siguiente, la idea era la de visitar el lago Balaton, y tras un
madrugón de escándalo, perdimos (o eso nunca se sabrá), el primer tren,
por lo que tuvimos que esperar unas cuantas horas en la estación.
Algunas de las fotos ilustran la situación delicada por la que atravesó
el grupo, con disputas internas, pero nada que no arreglaran unas buenas
cervezas y un buen baño en otro Balneario Húngaro, en esta ocasión era
el de Héviz, que tenía aguas ligeramente radioactivas y con olor a huevo
podrido. Pero fue una gran experiencia.
La
idea principal era la de pasar la noche a la intemperie a pies del lago
Balaton, pero una inesperada huelga de transportistas nos obligó a
regresar a Budapest al anochecer. A la mañana siguiente, llovía a
cántaros, y era el día elegido para ver Budapest. Como buenos aluchinos,
que llevamos dentro el gen de la determinación, nos decidimos, a pesar
de la lluvia, a visitar Budapest, y así fue, el puente de las cadenas,
la ciudadela, las calles y monumentos del casco antiguo, el parlamento
(para mi lo mas bonito de Budapest), la catedral, y las amplias y
grandes calles de tiendas de la capital húngara. Cuando cayó la noche,
nos tocó despedirnos, emotivamente del trío que tantas alegrías venia
dando al grupo, Jimy, Chechu y Fer, nos decían adiós, ya que su
programación de Interraíl seguía otros derroteros.
De
Budapest, personalmente tengo un consejo que contar, y es que toda
aquella persona que tenga una estatura considerable, que tenga cuidado
con las señales de trafico, ya que están colocadas excesivamente bajas,
y existe el peligro de rajarse la cabeza. (Lo digo por experiencia).
Otra anécdota que contar, se debe a la doble caída que sufrió Zoydo, una
sin avisar (y que solo vio chechu), y la otra fue preavisada, - mira
como salto la valla… catacroker, ¡¡al suelo!!
El
resto de la expedición, Olga, Irene, Lauriki, Zoydo, Garci, Capello y
yo, pasamos la noche en aquel indescriptible hotel, y a la mañana
siguiente, un nuevo tren nos llevaba a Viena.
DÍA 16 Y 17 (15 Y 16
de julio) Viena
Llegamos a Viena por la mañana, y tras la gran operación que realizamos
telefónicamente, conseguimos alojarnos en un hostal intimo, dirigido por
una pareja de ancianos, muy majetes. Acto seguido salimos a ver la
ciudad, después de lo recorrido, ya habíamos dejado la lluvia atrás; y
el calor aplastante nos acompañó en nuestra visita a la ciudad donde
creció musicalmente Mozart. Lo de Viena no tiene nombre, quizás por ser
una de las 3 ciudades mas bonitas de Europa, o quizás porque bombardea
al turista con monumentos, esquina tras esquina, o quizás porque fue ahí
donde España se coronó campeona de Europa, Viena tiene algo especial,
que asombra a cualquiera que la visite. Durante todo el día estuvimos
viendo el centro, albertinaplatz, el ayuntamiento, el parlamento, las
distintas iglesias que abundan en cualquier esquina, la catedral etc.…
Tras
un agotador día, acabamos la noche, frente al ayuntamiento, tomando
latas y latas de cerveza, e inmersos en plenas discusiones
interraileras, que siempre surgen, y que oponen a las personas según su
forma de pensar, son muy típicas pero muy necesarias.
En
nuestro segundo día en Viena, por la mañana lo aprovechamos para ver los
jardines de la residencia de verano de Sisi emperatriz, a mediodía nos
dirigimos al Prater de Viena, donde esta ubicado el estadio Ernest
Happel, y allí nos retratamos, en el estadio donde España, 15 días
antes, se había coronado reina de Europa, futbolísticamente hablando.
Por
la tarde, como hacia bastante calor, fuimos a orillas del Danubio, a su
paso por Viena, en una zona totalmente equipada para bañistas, y
nuevamente allí sellamos el agradable bañito en el Danubio, con su
posterior helado “vienés” de 5 bolas de diferentes sabores. ¡Increíble!
Por
la noche, el destino nos llevaba a Innsbruck, en un tren en el que nos
deberíamos haber bajado a las 6 de la mañana en la capital del Tirol, y
que por cosas que tiene la vida (emborracharse en el tren hasta no poder
más, y peor aún, emborrachar a niñas austriacas de 15 años) casi
llegamos a la frontera con Suiza, donde nos tuvimos que bajar y tomar un
tren de regreso a nuestro destino, Innsbruck.
DÍA
18 (17 de julio) Innsbruck – Salzburgo
Tras
habernos dormido en el tren, y habernos pasado nuestra parada, llegamos
a Innsbruck a las 8 de la mañana (pensándolo bien, la pifia de dormirse
en el tren no nos salió tan mal), y nos pusimos en marcha, una ciudad
muy pintoresca, rodeada de montañas que no tenían fin, y su núcleo de
población bastante reducido. Pudimos entrar en el Tivoli Stadium,
(entrar significa, meterse en el césped del campo, corretear, sentarse
en los banquillos, y casi meternos en los vestuarios).
Tras
la incursión en el estadio, nos fuimos a ver la ciudad, sus callecitas
estrechas, su casas tirolesas, la niebla y las nubes que nos rodeaban,
todo era especial.
El
museo de Swarovski, varias iglesias, el río y los puentes, el arco del
triunfo. En general, con medio día bastaba para ver y apreciar la
cultura de la capital del Tirol.
Al
mediodía, cogimos un tren con destino a Salzburgo, en este caso, la otra
mitad del día bastaría para visitar, y también apreciar la vida que se
estila en esta ciudad.
Llegamos a Salzburgo sobre las 5 de la tarde, y nos pusimos en marcha,
el camino real, los jardines cercanos a la residencia donde estudió
mozart, el castillo medieval que corona la cima de la ciudad, y las
callecitas del casco antiguo, mucho que ver en esta ciudad, aunque todo
bastante aglutinado, lo que nos hacia ganar tiempo y ver más cosas.
Esa
misma noche, aprovechamos para despedir a Lauriki, Garci y Capello,
quienes emigraban a tierras alemanas en busca de Saúl, y sobretodo, del
“Love Parade”. La despedida fue en la estación de trenes de Salzburgo,
aunque previamente, disfrutamos de una cena, en un Italiano, que aun
recuerdo con bastante apetito, ya que hacia unas pizzas y unos platos de
pasta que te quedabas boquiabierto.
Tras
una nueva y triste despedida, volvíamos a quedar los 4 del principio,
Olga, Irene, Zoydo y yo. Con nuestra próxima meta en mente, Ljubljana y
el lago Bled, perteneciente a Eslovenia.