SÁBADO
14 NOVIEMBRE: No conozco Liverpool!!! Sólo sus bares!!! Es horrible,
pero era previsible!!!
Como es costumbre por estas latitudes el día despertó gris y algo
lluvioso. La mañana del sábado estaba marcada en el calendario como el
día de las visitas culturales, y todo el mundo a pesar de las múltiples
cornadas de la noche anterior hizo el esfuerzo de levantarse pronto para
visitar los escasos monumentos históricos con que cuenta Liverpool.
La ciudad de Liverpool
forma parte del condado de
Merseyside, y es
con sus 470.000 habitantes, la tercera ciudad en población de Inglaterra
tras Londres
(7.200.000 h.) y Birmingham (971.000 h.). Como ocurre con la mayor parte
de las ciudades inglesas, Liverpool no cuenta con un extraordinario
patrimonio cultural, sin embargo, desde 2004 la ciudad forma parte de la
lista del patrimonio de la humanidad que elabora la UNESCO, como
ciudad marítima mercantil,
debido a que fue pionera en la construcción de un puerto con las últimas
tecnologías del momento y con un importante sistema de carga y descarga
de mercancías, y además tuvo un papel muy importante en la expansión del
Imperio
Británico, en la trata de esclavos, y en la inmigración desde los
países del norte de Europa a América durante los siglos XVIII y XIX.
La fama de la ciudad se debe principalmente a
The Beatles, el
cuarteto compuesto por
John Lennon,
Paul McCartney,
George Harrison
y Ringo Starr,
que durante la década de los 60 compuso algunas de las mejores canciones
de la historia de la música. El
Liverpool
F.C., el equipo de fútbol de la ciudad, es otro de los símbolos de
Liverpool, y tanto su estadio (Anfield),
como su himno (You´ll
Never Walk Alone), son famosos en el mundo entero.
En 2008, Liverpool fue elegida
Capital Europea de la Cultura junto a
Stavanger
(Noruega), reconociendo la importancia de la ciudad a nivel cultural,
algo que queda patente en muchos de los rincones que no deben dejar de
visitarse (aunque nosotros lo hiciésemos) en la ciudad, como son:
Albert Dock,
la emblemática zona portuaria, donde se hayan los antiguos depósitos de
mercancías ahora reconvertidos en museos, galerías, tiendas,
restaurantes y oficinas; la
Catedral Anglicana;
la Catedral
Metropolitana; y la
Galería The Walker,
fundada en 1873 y que alberga algunas obras de los mejores pintores
británicos, así como de otros grandes como Rembrandt, Rubens, Poussin y
Degas.
Después de este paréntesis cultural para tener unas nociones básicas
sobre la ciudad, voy a proseguir con el relato hablando de lo que
sucedió aquella mañana, y de cómo un pub nos torció el día y marco el
devenir de aquel sábado lánguido y gris.
Serían las diez de la mañana, cuando el grupo más madrugador y numeroso
salió del Hatters con el fin de realizar las primeras visitas
culturales, la mayoría de los inquilinos de la suite nos quedamos
dormidos y salimos casi una hora después.
En
primer lugar se dirigieron a la
Catedral
Anglicana, que quedaba a unos 20 minutos del albergue. De camino
pasaron por
St.
Luke´s Church, una iglesia de principios del s. XIX que se localiza
en el cruce entre Berry St. y Leece St. y por la que pasaríamos esa
misma noche en nuestra visita frustrada al
Bumper. Poco después ya
estaban frente a la impresionante mole de ladrillo rojo que es la
Catedral Anglicana de
Liverpool (Cathedral Church of Christ in Liverpool), el templo
anglicano más importante de la ciudad junto a la Catedral Metropolitana.
Se comenzó a construir en 1904 según el diseño del arquitecto Giles
Gilbert Scott, aunque los trabajos no se completaron hasta 1978.
El
grupo de turistas infartados hizo la pertinente visita al interior del
templo gótico haciendo las fotos correspondientes, aunque no tardaron
mucho en abandonar la Catedral para dirigirse a Albert Dock la siguiente
visita marcada en el itinerario.
Albert Dock es el
complejo portuario más importante de la ciudad. Se trata de una serie de
muelles donde se localizan una serie de depósitos y almacenes donde se
cargaban y descargaban las mercancías de los barcos. Su construcción
finalizó en 1847, y en su tiempo supuso un sistema portuario
revolucionario y novedoso. En la actualidad alberga algunos de los
museos más importantes de la ciudad como son
The Beatles Story, el
Tate Liverpool, el
Museo Marítimo
(Maritime Museum) y el
Museo Internacional de la Esclavitud (International Slavery Museum).
Como
la lluvia cada vez caía con más intensidad los chavales tras estar
apenas unos minutos en Albert Dock, decidieron dirigirse a
The Cavern
para refugiarse del temporal mientras disfrutaban de unas pintas.
Nosotros por nuestra parte ya habíamos salido del albergue y fuimos
directamente a Albert Dock, pasando previamente por algunas de las
calles peatonales de Liverpool, donde se concentra la mayor actividad
comercial de la ciudad (Church St., Whitechapel St., etc.). Al poco
tiempo llegamos a los muelles, y allí nos encontramos con algunos
rezagados del otro grupo.
Lo
primero que hicimos fue visitar la tienda de los Beatles para hacer la
típica compra “beatlemaniaca”, después continuamos dando un garbeo por
los muelles, aunque de sobra era sabido que nuestro dañado cerebro
sumado a nuestro puño cerrado nos alejaba de cualquier posibilidad de
entrar en alguno de los museos. Después de dar un pigüi por todas las
instalaciones, visitando incluso una tienda de réplicas de insectos en
peluche, decidimos dirigirnos a Anfield para visitar ese mítico templo
del fútbol.
De
camino, cuando aún íbamos por Strand St. buscando un autobús que nos
llevase al estadio, Sulen recibió una llamada del otro grupo desde
The Cavern invitándonos a
acudir a la cueva musical para disfrutar de unas pintas. No era ni la
hora del aperitivo, pero en un grupo con una tasa de alcohólicos tan
elevada no quedaba otra que aceptar la invitación. La visita a Anfield
quedó suspendida, los planes se torcían.
The Cavern Club
(10 Mathew St.) es posiblemente el pub más famoso del mundo. Abrió sus
puertas en 1957, y se hizo mundialmente famoso a partir de 1961 cuando
The Beatles dio su primer concierto sobre su escenario. En total fueron
292 las apariciones que el cuarteto de Liverpool hizo en The Cavern
entre 1961 y 1963, y fue allí donde
Brian Epstein
los vio por primera vez el 9 de noviembre de 1961, convirtiéndose en su
manager a los pocos días. El local destila historia musical por todos
sus rincones, y algunos pósters y recortes de periódicos recuerdan a los
clientes que allí tocaron entre otros los Rolling Stones, Queen, Elton
John y The Who.
The
Cavern se conserva prácticamente igual que cuando abrió sus puertas, se
trata de una auténtica cueva oscura con un pequeño escenario en el que
grupos y solistas locales reinterpretan en directo temas de los Beatles
y de otras bandas inglesas. Con todos estos ingredientes la velada
prometía, el marco era incomparable, y las pintas no excesivamente caras
(2,90 £/3,20 €).
Lo
que en un principio parecía que iba a ser tomar un par de birras,
escuchar un poco de música y poner el sello al pub más mítico del mundo,
se convirtió en un auténtico festival de la cerveza, y eso que la
mayoría sufríamos una inanición considerable por la falta de un
desayuno. Era la una del mediodía, y las horas comenzaron a pasar muy
rápido al ritmo de Let it Be, Hey Jude, o Penny Lane.
Mientras todo esto sucedía, y el equipo totalmente engorilado recitaba
los temas, personalmente sufrí un nuevo episodio de lo que se conoce
como “fellainismo”, es decir, que se hagan fotos contigo porque te
confundan con
Marouane Fellaini, el jugador del
Everton
de Liverpool famoso por su pelo frospo. En este ocasión me había
procurado una camiseta original del Everton, con el 25 a la espalda del
jugador belga de origen marroquí, este hecho hizo que fueran al menos
diez personas las que quisieran fotografiarse conmigo para hacer la coña
marinera, incluso uno de los cantantes hizo una mención especial desde
el escenario para Fellaini.
El
festival cervecero continúo entre coñas y chascadillos, y como la cosa
se estaba alargando más de lo debido la gente iba entrando y saliendo
con el fin de comer algo para cortar la desnutrición, o bien para
pitillear. Mientras, otros nos dedicábamos a pedir canciones míticas de
Oasis como
Don´t Look Back in Anger, o a calcular cual era el valor cervecil de una
mesa que habíamos llenado de vasos de pinta vacíos, este calculo
realizado en colaboración con el contable Capello valoraba la mesa en
más de 180 £/200 €, aunque aquí no estaban incluidas las primeras
pintas, por lo que nos pudimos dejar en total unas 200 £/220 €.
En
total estuvimos encerrados en la caverna unas cinco horas, seguramente
las más divertidas de todo el fin de semana. Salimos de allí con una
fuerte presión en el cerebro, para entonces la noche había caído sobre
Liverpool, y los pocos que aún quedábamos por cenar nos fuimos a un Fish
and Chips cercano para recuperar fuerzas con el plato nacional de la
Gran Bretaña. Para entonces el cansancio había hecho mella en el grupo,
y muchos decidieron regresar al albergue para echarse una siestecita
antes de afrontar la dura noche del sábado. Otros, entre los que estaban
Zoydo, Capello, Luismi y Garci intentaron ver el
España – Argentina, en una de las múltiples casas de apuestas. Rata,
Fache y yo fuimos a la tienda
oficial del Liverpool F.C. (11 Williamson Square), que quedaba por
allí cerca para realizar alguna que otra gestión.
Cuando llegamos al albergue el panorama era desolador, eso parecía un
campamento de campaña con heridos de guerra por todos lados, encamados y
aquejados de sus múltiples embolias y esguinces de hígado. Sin embargo,
todavía quedaban dos supervivientes en mejor estado que sus compañeros
(y eso que estaban pa chopé). Uno de ellos era Saúl, que retozaba en uno
de los sofás del pasillo con el rostro más pálido que la novia de
Frankestein, claramente necesitaba de urgencia unos tuppers de glóbulos
rojos inyectados por vena. El otro era Santi, que tirado en la alfombra
todavía tenía un hilo de vida.
Como
sabía que una siesta a destiempo podía suponer el fin de mi día en
Liverpool, decidí darme una ducha para despejarme de la torrija y les
propuse a estos dos veteranos de guerra saltarnos la siesta y marcharnos
directamente al lío. Ambos no lo dudaron un instante, así que cogimos un
par de botellas de ron y vodka, compramos algo de mezcla en el Tesco, y
como si de unos funcionarios que acuden al curro rutinariamente nos
marchamos a Houghton St., la bocacalle en la que habíamos preparado el
botellón en la jornada anterior.
Eran
las 8 de la tarde, y daba comienzo el llamado “botellón de Al-Qaeda”, o
“botellón de los valientes”, un auténtico acto de inmolación sólo apto
para hígados con costra. El botellón transcurrió según lo previsto, con
Saúl intentándonos engañar desde el minuto uno con sus historias de
vendedor de humo…, como esa que decía que la vida de un vagabundo es la
mejor que existe, algo que no se creía ni él mismo (de aquí surgió la
frase “Mata al Presidente”). Otro de los momentos cumbre fue cuando
llegó un hombrecillo muy peculiar que iba bastante trompa y tenia unos
extraños movimientos como si quisiese hacer un regate, se llegó a decir
de él que tenía el centro de gravedad más bajo que
Leo Messi.
Dos
horas y media después y cuando teníamos el hígado preparado para enviar
a Casa Tarradellas,
empezaron a llegar los primeros aluchinos, por entonces ya estábamos
para Desguaces La Torre.
Las temperaturas habían bajado considerablemente y el frío ya había
calado en los huesos, y por este motivo Sulen, Barri, Gallicum y yo nos
marchamos al primer local de la noche el
Bar CaVa (4A Wood Street), el sitio estaba petado y la media de edad
no superaba los 20 años, lo que quiere decir que olíamos un poco a
viejuno. Por estos motivos duramos poco allí.
Llamamos al resto de los chavales que se habían quedado haciendo
botellón, y nos dijeron que fuésemos hacia el
Club Modo (1 Concert
Square), una de las discotecas con más fama de Liverpool, en plena
Concert Square. En las colas de la puerta ya se veía que era uno de los
más pijos de la zona, a pesar de todo se nos permitió entrar sin ningún
problema. Allí la gente se hecho sus bailes e hizo sus escaramuzas como
buenamente pudo, sin embargo, parte de la expedición, cansados del
ambiente selecto del Modo, nos marchamos en busca de nuevos bares.
Es así como Borja, Gallicum, Carles, Santi, Fer, Barri, Sule y yo
comenzamos una peregrinación sin sentido por las calles de Liverpool.
Primero fuimos al
Bumper,
garito en el que habíamos estado la noche anterior y que es de los que
más tarde cierra, pero la cola de la puerta nos echo para atrás. Así que
buscamos alternativas en el The One 4 Club (Fleet St.), una discoteca de
serie B llena de yonkilatas vacías por todos lados y en la que duramos
menos de cinco minutos. Justo al lado estaba el
Funkybox (5-7 Fleet St.), una de
las discotecas que cierra más tarde los fines de semana (hora de cierre:
7 a.m), aunque finalmente no llegamos a entrar. Como la cosa no iba
según lo previsto, Barri y Sule aprovecharon la confusión para dar la
puñalada trapera al grupo y marcharse al
Bumper, en el que ya
habíamos estado la noche anterior y donde pasamos de entrar esa misma
noche. El resto regresamos al hogar, algo decepcionados por la búsqueda
frustrada de fiesta, aunque antes hicimos acopio de unas patatas y una
pizza en el Chicken Bazooka (9-11 Ranelagh Place), un local de comida
rápida cercano al albergue.
La
gente del local y algunos drugos más se habían marchado a dormir hacia
rato, mientras que un pequeño grupo entre los que se encontraban Oli,
Chema y Capo todavía tuvieron fuerzas para dar pena durante un rato más
en
The Magnet (45
Hardman Street), donde hicieron un poco de marketing de la página web
repartiendo tarjetas publicitarias del diamantescarbon.com entre la
clientela del bar. Precisamente sería este núcleo, un grupo con más
vicio que una tomatera, el último llegar al albergue y hacer los
correspondientes puteos a la gente que descansaba placidamente.
DOMINGO
15 NOVIEMBRE: Vuelta a casa infartada
Sobre las 9.30 de la mañana, las piezas de desguace hechas carne nos
pusimos en funcionamiento. El fin de semana había sido intenso, no se
había visto apenas nada de la ciudad (excepto sus pubs y sus clubs),
pero el apaleamiento que llevábamos dejaba claro que Liverpool no iba a
ser olvidado tan fácilmente.
Con ciertos síntomas de desnutrición, tuvimos la gran idea de tomarnos
un desayuno inglés de los de toda la vida, es decir: un par de huevos,
salchichas, bacón, tomate, champiñones, y judías (beans). Por suerte
para todos, no tuvimos que andar mucho puesto que en el 38 de Mount
Pleasant St. se encontraba el restaurante
Kimos, donde por
6 £/6,60 € se
puede disfrutar de el mejor manjar de la cocina británica.
Poco
más dio de si nuestra estancia en Liverpool, ya que a las 13.25 horas
partía nuestro avión de EasyJet a Madrid. Cogimos unos cuantos taxis al
aeropuerto (unas 15 £/16,60 €, cada taxi) y nos marchamos, dejando en el
restaurante a Gallicum, Ra, Sul y Carles, cuyos vuelos salían más tarde
con destino a diferentes puntos de la geografía europea.
A las 17.00 horas (hora española) aterrizamos en Barajas. Llegábamos a
casa con el cerebro licuado después de un fin de semana en el que
formamos parte de un gran experimento sociológico, en el que 24 trompas
pusimos nuestro hígado al servicio de la ciencia. La conclusión de los
científicos fue una vez más la misma: el cuerpo humano puede aguantar
carros y carretas.
Gracias a todos los
que hayáis sido capaces de leeros este ladrillo, y nos vemos en el
próximo toxi-weekend!!!
Escrito por Carlos de
Alba (KALIPO).