Esa misma mañana cogimos el
barco que nos
llevaba de vuelta a
Milazzo para seguir con nuestra travesía. El
siguiente punto a visitar en nuestra ruta era
Roma. De nuevo debíamos
recorrernos media Italia hasta llegar a la capital, pero mereció la pena
tanto viaje por
ver un volcán en erupción (ese sello no nos lo quita
nadie). Así que nos encontrábamos en Milazzo, al medio día del domingo 6
de Julio, esperando para coger el
tren que nos llevara a la ciudad de
las 7 colinas. Como disponíamos de unas horas, la expedición diamantina
se trasladó al club deportivo al que fuimos el día anterior donde nos
dimos el bañito de rigor. En dicha sede recibimos la visita de Marta,
una amiga de
Saúl y
Torri
que se encontraba en la isla de visita cultural. Matamos el tiempo
jugando al Mus, uno de los dos juegos oficiales de cartas de los viajes
del barrio junto con la Pocha, y comiendo los riquísimos helados de la
localidad.
De buena mañana llegamos a
Roma. Fuimos en
metro hasta el albergue donde pasaríamos la noche para ducharnos y
preparar la visita a la ciudad, se trataba del
Albergue Juvenil Foro Itálico (Viale delle Olimpiadi 61). Nos
preparamos un desayuno – comida, y al acabar llegaría el jugador número
12 de este equipo,
Chuzín.
Este polluelo se incorporó más tarde debido a la celebración de la boda
de su hermana y llegaba a la capital italiana con los típicos efectos
secundarios de un sarao de ese calibre. En pocas horas comenzaría a dar
juego.
Ya con el equipo completo y en perfecto
estado de revista, nos enfrentamos a la visita romana. Cómo estaba el
equipo! Cómo nos pateamos la ciudad! Empezamos por la
Piazza del
Popolo, con las iglesias simétricas de Sta. Maria in Montesanto y
Sta Maria dei Miracoli, el parque de la
Villa Borghese, con la ciudad a sus pies, la
vía Condotti y
la
Piazza de España, muy animada aunque fuera un lunes por la tarde.
Vaya Plaza de España que tienen en Roma! La fuente, la escalinata, la
iglesia de la Trinidad del Monte.. y esa tarde una delegación madrileña
con unas ganas de terminarse la ciudad... En fin, continuamos por la
Columna Trajana, unas ruinas romanas invadidas por los gatos, una
pasadita por las afueras del
Panteón de Roma (también llamado Panteón de Agripa) metiéndonos una
pizza artesanal entre pecho y espalda, la
Plaza Navona con
sus fuentes: la de los cuatro ríos (Fontana dei Quattro Fiumi), que
representa a los ríos Ganges, La Plata, Danubio y Nilo, y otras dos
fuentes menores, que son la Fontana di Nettuno y la Fontana del Moro.
Para terminar a primeras horas de la noche en la mítica
Fontana de Trevi.
Vaya tour. Entre todo esto también nos dio tiempo para comprar unas
cositas para la cena y para que el
Lemon
se terminara de rayar con los helados. Llevaba ya unos días raros, pero
ese día se confirmó. Sufría una absoluta dependencia por el
gelati. No
paraba de comprarlos! Pues eso, que nos encontrábamos en la Fontana de
Trevi disfrutando de una agradable noche de verano, cuando a alguien se
le ocurrió la brillante idea de comprar una botellita de vino que había
visto a buen precio. A pesar de que el vino era malo, pero malo a dolor,
no fueron ni dos ni tres las botellas que cayeron... Montamos una en tan
magno
lugar! A cada rato acudía un expedicionario a por más vino... Qué
alegría! Qué alboroto! Tiramos la típica moneda a la fuente, compramos
unas pollitas de goma que vendía uno por la calle y que dieron mucho
juego, charlamos con gente de todo pelaje... Enormes. Hay que decir que
en ningún momento fuimos reprendidos por la policía y que no destrozamos
nada, solo nos divertimos y vaya que si lo hicimos! Ya dije al principio
que el equipo salía con muchas ganas. Regresamos en metro al albergue y
allí seguimos con la fiesta. Como las habitaciones de hombres y mujeres
estaban separadas, hubo que montárselo solos (a ver cómo se entiende
esto). No faltaron rapadas de cabezas a miembros del grupo (Chuzín,
Saúl y
Kalipo
acabaron con crestas) y algún alemán despistado que pasaba por allí,
Kalipo
y yo
revolcándonos por los baños (luchadores en el barro), duchas con ropa, etc. Todo esto para acabar
durmiendo como corderitos en una habitación para los 11 tíos del equipo.
Sara
tuvo que emigrar a la zona femenina.
Tras una noche así, la mañana siguiente fue
dura, pero había que seguir
visitando la ciudad. Mucho cachondeo, pero
la expedición ya tenía el cayo hecho. Lo primero que hicimos fue ir a
buscar el nuevo pasaporte de
Torri,
ya por fin un hombre con papeles. La parte cultural comenzó con la
visita obligada al Panteón (impresionante), continuó hacia la
Plaza de la Minerva con la columna sobre el elefante de
Bernini, el
Monumento a Vittorio Emmanuelle II, el
Foro Romano, el
Arco de Trajano, hasta el mítico
Coliseo.
Intentamos entrar, pero el departamento económico nos lo desaconsejó
debido al alto precio, así que introdujimos a un miembro del grupo que
se escurre como nadie,
Kalipo.
Consiguió pasar entre la multitud y hacer las fotos necesarias para que
el resto de la expedición las viera. Gran trabajo. Después de una mañana
tan ajetreada nos merecíamos pasar por un Mcdonalds (restaurante oficial
del viaje) a reponer fuerzas. Lo que se llama meterse un buco, bucal o
bucazo en lenguaje aluchino. Una vez comimos, seguimos con el giro por
Roma camino de la Ciudad
del Vaticano. Una vez más, el bajo presupuesto de la expedición nos
impidió visitar los museos vaticanos, pero sí que pudimos entrar y
disfrutar de la magnífica
Basílica de San Pedro con todas sus
maravillas. Eso sí, previamente hubo que vestirse de largo. Tras la
visita estuvimos tirados en la adoquinada
Plaza de San
Pedro del Vaticano, donde
Kalipo
(il umbriaconne), se tumbo en el suelo a echarse una siestecita cual
yonki. Ni que decir tiene, que le tiramos unas moneditas.
De esta manera concluyó la visita a Roma.
Nos dirigimos al albergue a por las mochilas y nos fuimos a la estación
para coger un
tren hacia Ancona, parada obligada de camino hacia nuestro
próximo destino, Grecia. Pero antes de montarnos en dicho tren se
produjo la marcha de uno de los polluelos de la expedición.
Alfredo
decía adiós al grupo con la satisfacción del trabajo bien hecho. No
sabemos como lo hizo, pero le dejamos con menos de 5 euros y un puñados
de articulos perjudiciales para los pasos fronterizos, el como llegó,
aun no se ha desvelado!
Hacia la media noche llegábamos a
Ancona y buscamos un
sitio tranquilo para dormir entre los andenes. Así despedimos el martes
8 de Julio.
Pero estuvo mejor el amanecer del día
siguiente, con el agradable
despertar de los carabinieri que
educadamente nos invitaron a abandonar nuestro descanso. Nos dirigimos
al puerto para comprar los billetes del
ferry que nos llevara a
Patras (Super
fast Ferry) y allí nos
encontramos a todos los inmigrantes griegos que volvían para su casa por
vacaciones. Hubo que esperar un rato, pero conseguimos nuestros billetes
al precio mínimo garantizado (
5 Euros!!!). Una vez abordo, ocupamos nuestro tiempo
dándonos unos bañitos en la piscina, comiendo algo, jugando a las
cartas, tomando el sol en cubierta, etc. Pero llegó la noche, el sol se
ocultó y apareció el alcohol. Primero en cubierta calentando motores y
luego en la discoteca del barco, el equipo volvió a demostrar que se
encontraba fortísimo, a pesar de las noches que llevábamos encima.
Mención especial merece la música del dj residente. Un folcklore
greco-albanés de nula calidad, que aportó ese toque étnico que demandaba
la noche.
Aún con los ecos de lo escuchado la noche
anterior, y con el temor de que la zona a visitar en las próximas
semanas tirara del mismo repertorio musical, desembarcamos en Patras. Al
fin en Grecia. En seguida cogimos un
tren tóxico hacia Atenas,
y tras cruzar el
Canal de Corinto (espectacular) llegamos a la capital helena. El
tren paró en una estacioncilla de pueblo de provincias y la gente
comenzó a bajarse. Nosotros nunca pensamos que sería la estación de
Atenas, pero sí. Estos
griegos se superaban a cada momento. Vaya estación! Sin perder más
tiempo fuimos en busca de alojamiento, el lugar elegido fue el
Hotel Cosmos** (Victor Hugo esquina Psaron 16, cerca de la Plaza
Omonia), por supuesto algo cutre en una ciudad así. Lo encontramos,
claro. Pero esa tarde nos depararía la incorporación de un clásico
viajero, casi tan clásico como el tío de los Fraguel. Se trataba de
Sulen Albarn. Normalmente los jugadores recién llegados pasan por un
periodo de transición hasta acostumbrarse al equipo. Este no fue su
caso. En seguida, rindiendo al 100%.
Después de descansar un rato y de darnos una
ducha, salimos a dar un paseo mientras el sol iba cayendo. Nos dirigimos
a una de las colinas, la de
Filopappos, en el
centro de la ciudad para ver el
Acrópolis de noche,
y la verdad es que no estuvo mal. Ya que estábamos por allí,
Chema
aprovechó para hacer uno de sus riesguitos por las piedras más pulidas de la
historia y desafiar los desplomes de la colina. Y como no hubo que
lamentar desgracia alguna (com siempre), y parecía que apretaba la hambruna (je je)
nos dimos una vuelta por el
barrio de la Plaka para enchufarnos una cena oportuna. Después del
homenaje bienvenida a Jesulen, nos dimos la vuelta nocturna de rigor por
el centro de la ciudad. Vimos varias iglesias ortodoxas, el
Parlamento y la magnifica
Plaza Sindagma,
que por cierto estaba llena de yonkis. Impresionante! en el mismo centro
y llena de yonkis pinchándose ahí mismo, qué grandes estos griegos! Eso
sí, al año siguiente,
Juegos Olímpicos en Atenas... Sin palabras...
Recibimos al viernes 11 de Julio con un
paseo por los mercados de la carne y el pescado del barrio de Plaka. No
sé si queda muy bien eso de “los mercados de la carne y el pescado”,
pero fue lo que vimos. Bueno, no sólo eso. Comprobamos que las mejoras
en higiene eran evidentes. Bajo un sol de justicia, comenzamos la
ascensión a la Acrópolis que nos llevaría hasta el
Partenón. No cabe
duda que impresiona, pero sabiendo que gran parte de los originales del
conjunto arqueológico se encuentran en museos de Europa occidental,
pierde algo de encanto. Además, veníamos de visitar Roma, que en opinión
del abajo firmante, tiene bastante más encantos. Este es el típico pique
Grecia-Roma. Con todo y con eso, la visita es obligada. Por cultura, por
el sello, por la foto, por las vistas de la ciudad, por el moreno
colorao que se te queda tras la visita… por todo esto… Partenón!
Después de un rato, tomamos el camino colina
abajo y nos dirigimos al metro para ir al
puerto del Pireo. El
metro de
Atenas es nuevo y está limpio, pero abarrotado. Ya en el puerto,
compramos un billete de
ferry para ir a
Mikonos ( 18 € pasaje
normal en ferry no rápido). Nos dimos cuenta de lo enorme que es el
puerto cuando tuvimos que ir andando hasta el muelle donde se encontraba
el barco. Por supuesto, el paseo, con el sol en “to” lo alto y las
mochilas en la joroba. La lipotimia a la vuelta de la esquina.
Pero nada importaba. Ya estábamos en el
ferry que nos llevaría hacia un fin de semana de cachondeo en la isla
(del archipiélago tal, como balear). La brisilla marina calmó el calor y
una cena a base de bocadillos de salchichas nuestra hambre canina. De
noche llegamos a Mikonos. Contamos con la calurosa bienvenida de las
gentes de los diversos alojamientos de la isla que estaban ávidos por
llevar clientes a sus hoteles. Tras unos minutos dejándonos querer, cual
cervatilla hipnotizada por el sonido de la berrea, nos decantamos por el
representante del
Camping Paradise Beach, el cual nos cautivó al grito
de… ¡vámonos a Paradise! Ni que decir tiene, que ya sabíamos que la
playa era buena y que el precio que nos ofrecía era muy ajustado. Por
fin pudimos dejar las mochilas y preparar
nos para la noche que se
avecinaba. Duchita, colonia y muchos nervios. Cogimos algo de beber y a
la playa a disfrutar de la noche mediterránea, los amigos y las
estrellas en unas buenas tumbonas. Buena noche nos esperaba. Ya se oían
a lo lejos los primeros temas en el
club Cabo Paradiso, que se
encontraba en uno de los cabos que delimitan Paradise Beach. Ese era
nuestro objetivo de la noche, y allí que fuimos. El garito
impresionante! En un acantilado, con su piscinita, proyecciones en la
roca, aviones pasando por encima… como en Ibiza pero con mejor gente.
Disfrutamos de una noche de truchón, de la piscina, de las vistas, del
amanecer que nos hizo desde la piscina de el garito, de las detenciones falsas por tráfico de estupefacientes, de
los duros despertares por los puertas del garito… Total, que casi al
medio día, de vuelta al camping. Precioso.