Pues eso, ya en
Munich, de la estación de tren al
Bier-Garten de HB,
previo paso
por las taquillas de la estación a dejar las mochilas. Menos mal que de
camino se ve bastante de Munich, que sino se podría pensar que vamos
solo al bebercio… pues sí, íbamos a eso, y qué! Fuimos desde la
Karls-Platz, donde se haya la mítica fuente en la que nos dimos un
baño en 2001, por las grandes avenidas de la ciudad: la
Neuhauser Strasse y la
Kaufinger Strasse, que desemboca en la
Marienplatz, el
autentico orgullo muniqués, junto al
Bayern Munich.
Rápidamente llegamos a nuestro objetivo y
nos pedimos unas buenas jarras para cada uno. En uno de los bancos
corridos de la sala comenzamos con los cánticos y las risas. Pronto
empezó a irse las cosas de las manos. Nuestros vecinos de mesa, cuatro
respetables señores bábaros, nos invitaron a unos chupitos, a lo que
nosotros respondimos con unas espléndidas jarras de cerveza. Ahí no se
quedó la cosa, no. A uno de ellos le encantó la camiseta falsa del Milán
que llevaba
Capello
e insistió en cambiársela. Tras unos momentos de negociación, el hombre
accedió a dar su camisa y pagar 20 euros por la elástica del Milán más
falsa que se ha visto en la vida. Su señora toda contenta. La señora
estaría en su casa, al igual que la de los otros tres, que se estaban
dando un homenaje de aúpa. La mañana continuó con varias rondas de
invitaciones entre con nuestros nuevos amigos, con batallitas en los
baños, con un cumpleaños feliz interpretado por la banda del garito…
vamos, que salimos de allí como piojos. Eso sí, antes de irnos, el
alemán de las camisas se lo pensó dos veces y trató de recuperar la
camisa que le había cambiado a
Capello,
pero claro le costó algo más de pasta. Cuando llegamos a la calle nos
dimos cuenta de que caía el diluvio universal, así que como no había
paraguas, nos calamos hasta los huesos. La vuelta la hicimos en varios
grupos, no por gusto, sino por las condiciones del personal. Nos fuimos
separando y fuimos llegando en tandas a la estación. Allí en la estación
comimos a base de pasta junto a las taquillas y con la agradable
compañía de un grupo de japos que no hicieron otra cosa que comerse
sweeties. Además con gusto. Los japos son agradecidos. Te lo pasas bien
con ellos.
Esa misma noche cogimos el tren para ir a
Luxemburgo. Se trataba de
otro tren de dolor, con varios cambios antes de llegar al menor de los
países del Benelux,
pero con el daño que traíamos del Bier-Garten, supimos aprovechar los
trayectos para “ostiar” el tren, como dirían algunos (dormir a pierna
suelta, en castellano).
Cumpliendo 24 años llegué a
Luxemburgo una
mañana soleada. Un año más por vivir y un nuevo país por sellar. Paramos
en la capital y el ritual de siempre. Mochilas a las taquillas y a
recorrer la ciudad. Llevábamos varios días sin dormir en cama, pero
después de 25 días de viaje, el cuerpo ya estaba hecho al dolor. Durante
varias horas estuvimos recorriendo la capital del país, que en general
gustó bastante por lo bien puesto que tenía todo. Mucha clase por la
zona. Este era el último día cultural antes de llegar a
Amsterdam.
Algunos miembros del grupo ya estaban con
los nervios propios de una visita a la meca del fumetismo. Otros sin
embargo, no tanto. Allí nos encontraríamos con varios integrantes del
Local, que estaban de fin de semana. A la tarde, volvimos al medio de
transporte favorito del grupo y llegamos a
Amsterdam a la caída de la
noche.
Nada más llegar buscamos y encontramos
habitación en uno de los numerosos hoteles de la calle
Damrak, la avenida
principal de Ámsterdam, que conecsta la estación de trenes con la
Plaza
Dam, en este caso nos alojamos en el
Hotel Center Amsterdam** (Damrak, 58). Dejamos las mochilas y para
abajo, que la gente estaba ansiosa. Hay que nervios… Ya se sabe, visita
a unos coffes para pillar algo, que si el grasshoper, que si el bulldog…
luego la vuelta de rigor por el barrio rojo y a casa. Pero no a dormir,
sino para cambiarnos e ir a tomar algo. Nos juntamos con los del Local y
nos fuimos a buscar el garito perfecto. Algunos traían referencias de
ciertos lugares y a uno de ellos fuimos. Después de unas copitas,
cogimos el camino para casa, como pudimos, claro, y a dormir.
De nuevo con los nervios, a levantarse
pronto para aprovechar el día en Ámsterdam. Íbamos de camino a alquilar
las bicis cuando nos encontramos en una plaza con un grupo de ingleses
con un balón de fútbol. No hizo falta mucho tiempo para que se montara
un amistoso España - Inglaterra. Estuvimos un rato correteando como
locos, unos y otros, detrás del balón, para acabar con la foto de rigor
y fraternidad con los dos equipos. Estas cosas siempre gustan. Lo que
hace un balón y el fútbol, no lo hace nada ni nadie. Ya por fin fuimos a
por las bicis al Mac Bike y nos
pusimos a dar vueltas por la ciudad viendo los sitios más importantes.
Para la mayoría de nosotros era al menos la tercera vez que estábamos en
Amsterdam, pero la verdad es
que, a parte del tema drogas, la ciudad es impresionante. Así que nunca
está de más darse una vueltecita. Después de un paseo por la capital
decidimos hacer una excursioncita para ver
La Haya.(Den Haag)
No es que tenga mucho encanto, pero por no estar tanto tiempo en
Ámsterdam…, además alberga la
Corte
Penal Internacional, más conocido como Tribunal de La Haya.
De vuelta a la ciudad de los canales,
decidimos ir a
Vondelpark, para administrarnos
los tuppers de mexicanas adquiridos
por la mañana en el Magic
Mushroom, el lugar elegido fue el mismo que en el año 2002, tirados
en el césped junto al canal, enfrente del
Casino.
Todo el ritual y la parafernalia que rodea a estas comidas entre amigos
nos llevaron a un viaje transitorio que terminó de hipotecar el día. En
general, las críticas de ese viaje fueron excelentes. La gente quedó
satisfecha con el servicio prestado. Cabe destacar la aparición de un
nuevo personaje de la vida pública amsterdaniana. El Valenciano (el
busto que hay en frente del Casino de Amsterdam). Ese personaje que se
fue de Valencia tras un lío de faldas de flipar y que dijo, bah! Pues me
voy para Ámsterdam, que la gente mola. Ese es valenciano por mis huevos!
Repetía el bueno de
Ra tras
observarlo con detenimiento. Después de unas horas y más suaves que la
moqueta de la Preisler, nos fuimos a cenar algo al burger. Después, un
besito y a dormir, mi cielo.
Desayuno en el
Baba para empezar con fuerza,
para empezar a dar vueltas con las bicis por la ciudad, fuimos al
Mercado de
las Pulgas (Waterlooplein), donde se invirtió en la mítica chaqueta
de pana, y continuamos con el fumetismo. Como era el último día, algunos
hicieron un sprint y vaya que si lo pagaron. En los muelles próximos a
la estación de tren ahogamos nuestras últimas horas en la ciudad
holandesa con una fumada de escándalo. Por la tarde-noche, cogimos un
tren dirección
Paris
Nord, que nos dejo en la capital francesa a primera hora de la
mañana del día siguiente.
Ya el lunes 28 de Julio cogimos el
metro parisino junto con el resto de la población que se dirigía a
trabajar para cambiar de estación (París
Montparnasse) y tomar el
tren camino de
Hendaya, desde donde
pasaríamos posteriormente a Irún.
A primera hora de la tarde ya estábamos en
la frontera y nos embarcamos en el último
tren que nos dejaría en la
capital al filo de la media noche. Estas últimas horas pasaron entre
recuerdos de un gran viaje, una gran experiencia vivida, revisión de
cuentas, balance de deudas y partidas de mus y pocha.
A la llegada a Madrid nos estaban esperando
algunos amigos como es debido. En la empollona. En
Aluche, desde donde comenzó
todo.
Escrito por
Bernardo Ballesteros
Cabañas. (Bernon)