Aún con la resaca montañera de la noche anterior,
recogimos las mochilas y a los coches. A medio camino entre Vík y el
Parque
Nacional Skaftafell, paramos en una gasolinera para llenar el depósito de uno de
los coches (el que no se había quedado sin gasolina el día anterior). No iba a
ser más que un respostaje rápido, o eso teníamos previsto, hasta que descubrimos
¡un campo de fútbol! Se disputó un mini partidillo de ALUCHINOS contra ...
ALUCHINOS también y se comprobó la excelente calidad del césped islandés, a
pesar de las nieves de los meses anteriores.
Llegamos a Skaftafell. Nuestra primera visita era
Svartifoss o “cascada negra”. Impresionantes las columnas de basalto de origen
volcánico alrededor de la caída de agua; estas columnas tienen esa forma debido
a la manera en la que se ha ido cristalizando la lava, en contacto con la
atmósfera, a través de los años. Para llegar a ella, hay que seguir el cauce del
río que se desprende de la cascada. Desde el área de acampada, se tardará algo
menos de una hora. Una de las imágenes de este viaje tiene esta cascada de
fondo; CHEMA, WICHO y BERNON, cada uno sobre una de columna, a distintos
niveles, en un rollo muy de portada de disco de los Beatles.
Hacemos un alto en el camino para hablaros de un
concepto vital de los viajes, PITY o PENA. ¿Qué por qué sacamos este término a
relucir ahora? Bien, volvíamos de visitar Svartifoss y nos encontramos frente
una explanada cubierta de hierba amarilla en la que poder tirarnos a gusto; como
es un paraje natural, en este caso no hablaremos de TOXICIDAD. Allí estábamos
tumbados, la mayoría quedándonos un poco sopa cuando se inició el espectáculo de
VOLTERETAS ACROBÁTICAS dirigido por CAPELO. En una de éstas, alguien cayó sobre
una bola de hierbajos que había en suelo. Con el rollo afro que desprendía,
CHEMA se la puso a modo de peluca y al momento, PILI, ELENA, ALI y yo, nos
plantamos en forma de número 1 (dos a cada lado) emulando el anuncio del 11811,
un teléfono de información gratuita. Os preguntareis si en ese momento ya
estábamos DANDO PENA. Bueno, seguramente sí, pero con la excusa de estar posando
para una foto lo tenemos resuelto ... Realmente, PENA empezamos a dar cuando se
descubrió que la bola en cuestión que CHEMA tenía sobre la cabeza estaba llena
de gusanos. Claro que el límite entre PENA y SELLO (el SELLO es todo
acontecimiento digno de remarcar en el currículum viajero; actividades que no te
puedes perder cuando viajas a un país determinado o un país en sí, mismamente)
es muy fino, así que como eran lombrices islandesas, en esta ocasión fue un
SELLAZO.
Los POLLUELOS y asiduos de las crónicas del
www.diamanteescarbon.com deben saber que la PENA puntúa. Acumulando puntos
de PENA o PITY POINTS, se llega a estar en la lucha por el PITY AWARD. A lo
largo de una jornada se pueden conseguir diversos puntos, ya que se evalúan las
situaciones por separado y no el cómputo general del día. Ejemplos de hechos
puntuables en una sola tarde en un viaje cualquiera a los Fiordos Noruegos:
vuelo de Madrid a Torp con Ryanair, con lo que eso supone; llegar al aeropuerto
y no cambiar los euros a coronas noruegas porque todos los chiringuitos del
aeropuerto están cerrados y sólo son las 7 de la tarde; usar las coronas
noruegas del viaje de tu hermano hace dos años que llevas de recuerdo en la
cartera para poder pagar un billete de autobús que te lleve a la estación de
tren (por supuesto, el importe no es ni mucho menos el exacto);
después de una
hora en el autobús, que ahora se encuentra parado en mitad de la nada, acercarte
al conductor para preguntarle cuánto queda para la estación de tren; escuchar de
boca del mismo conductor que te dijo que te avisaba cuando llegaseis que era la
primera parada que pasasteis; una vez en la estación, descubrir que sigues sin
dinero para el billete y que el único sitio donde cambian es un McDonalds a
tomar viento; cuando se acerca el revisor, eso sí, ya sentados en el tren como
si nada, confirmarle que no tienes billete; pagarlo con la única tarjeta que
hace brillar los ojos de la revisora, en este caso: la visa oro de empresa; una
vez en Drammen, donde se coge el tren nocturno a Bergen, decidir si se va
primero al baño o a cenar un perrito de un puesto callejero; ir al baño y
quedarse encerrado; cuando por fin consigues salir, darse cuenta que el puesto
está cerrado y te quedas sin cenar; tirar de la comida que llevas en la mochila
para el desayuno del día siguiente y finalmente, esperar dos horas en la
estación (sin ninguna esperanza ya de que pase el tren), quedándote dormido. Si
con ésto, ese año el PITY AWARD no es tuyo, no desesperes es que la lucha por la
PENA suele estar más que reñida.
Ya en dirección al área de acampada de
Skaftafell, montados en los coches, decidimos parar en un llano desde el que se
veían las tres lenguas de glaciares que asomaban por entre las montañas. La más
grande, la central, pertenecía al glaciar
Skaftafellsjökull, a dónde nos
dirigíamos. En esa explanada había, sin venir a cuento, los restos de unas
estructuras metálicas super raros. Un cartel, a un lado de los hierros,
informaba que eran las partes de un antiguo puente que había colapsado. Pero,
¿qué ve realmente un viajero ALUCHINO en esa amalgama de piezas enormes sin
sentido? ¡Un parque de atracciones! Claro que sí y allí que nos quedamos.
Comimos, tirando de MOCHILA ALIMENTICIA, en el
área de acampada del Parque. Después de comer, enfilamos el camino hacia el
glaciar con el coche saltándose los límites de lo legal. Ponemos a la gente en
situación, había una carreterilla en dirección al Skaftafellsjökull. Es verdad
que en la carretera había un cartel que claramente decía “No Pasar con Coches”
en islandés y unos pivotes indicando que mejor detuvieras el vehículo. Lo que
ocurrió fue que estábamos solos en el parque, no había ni Perry por allí y
encima, el todoterreno en el que nos habíamos colocado los 12 (a saber, PILI,
BERNON, WICHO y yo en la baca, el resto en el interior del vehículo con, creo,
SULE conduciendo y SANTI, en el capó delantero) cruzaba perfectamente por encima
de los pivotes. Pues, ¿para qué queremos más? Para allá que fuimos. Luego,
aparcamos cuidadosamente el coche en la zona en la que ya desaparecía la
carretera y seguimos en marcha al glaciar. Es muy fuerte comprobar cómo la
lengua del glaciar se ha ido retrayendo a medida que han pasado los años; en el
camino, existen unas estacas de madera marcando dónde llegaba en años
anteriores.
Una vez delante del
Skaftafellsjökull y movidos
por la DETERMINACIÓN viajera, decidimos subirnos al glaciar y hacer una ruta
libre. Para ello, primero había que saltar un riachuelo que había formado el
deshielo del glaciar; no parecía tarea complicada. Un poco de carrerilla, salto
con impulso delantero y ... ¡la mitad del grupo, de lleno al río!
La excursión
por el glaciar estuvo muy chula; resultó que el hielo acumulado en estas zonas
es realmente azul y no blanco como parece desde lejos; el glaciar no deja de
moverse, a cada paso no paraban de escucharse un montón de ruidos y la pendiente
de las aristas por las que íbamos pasando, afiladísimas, hacían perder el
equilibrio a las deportivas de algunos. Daba un poco de respeto, no lo vamos a
negar. Cuando todos los grupos que se formaron estuvimos frente al coche, nos
pusimos en ruta hacia
Jökulsárlón, una laguna de 17 kilómetros cuadrados de
superficie y 600 metros de profundidad, en la que flotan miles de icebergs
procedentes del glaciar
Breiđamerkurjökull. Pero no todo iba a ser tan fácil,
¿no?
Llegando al área de acampada del parque, liándola
con los 12 en el mismo todoterreno (ver la configuración anterior para más
detalles) y a punto de salir de la carretera por la que no teníamos que haber
pasado, nos topamos de bruces con ¡el guarda! La multa estaba asegurada; siempre
podíamos alegar que no entendíamos islandés (os hemos comentado que el “No
Pasar” estaba en su idioma) pero es que por debajo, la frase venía escrita en
perfecto inglés y si habíamos entendido que estaba penalizado saltarse los
pivotes cuando nos lo dijo el hombre, a ver quién se echaba ahora atrás
fingiendo amnesia lingüística. Vamos, que estábamos pillados. Una lección
aprendida por los POLLUELOS en Islandia fue que, sí, está bien saber algo de
idiomas pero que a veces, es mejor hacerse el sueco cuando te hablan en inglés.
El caso es que, por unas razones u otras y dando muchísima pena (en este caso,
no de la puntuable), conseguimos salir del parque sin la multa y con la promesa
de “portarnos mejor” en próximas visitas.
Jökulsárlón está convenientemente escondida una
vez pasado el Vatnajökull, un glaciar aún más descomunal que los anteriores; no
en vano es el mayor de Europa. Y digo escondida porque sólo nos dimos cuenta que
la habíamos pasado al cruzar el puente que está sobre su desembocadura.
Aprovechamos una pista de gravilla en el margen de la carretera para dar la
vuelta y ver el atardecer entre icebergs. Pero ya se sabe cómo es ésto, el
DIAMANTE no puede estar quieto.
El sábado pasado, 06/07/2008, venía en El Viajero
(el suplemento de El País) un resumen de fotos de los viajes de verano. Una de
ellas, era la imagen de una chica en bikini que se adentraba en las aguas azules
de ... ¡la Jökulsárlón! Impresionante la foto y la tía en cuestión, porque el
agua en verano, no supera los 6º C. El caso es que esta imagen me hizo acordarme
de cómo acabó la aventura ente icebergs. La laguna no sólo es tan sorprendente
por las dimensiones, los icebergs desprendiéndose de la lengua principal o por
la hora tan buena a la que llegamos; entre los icebergs, es sumamente fácil
encontrarse varias focas flotando. Ya no sé bien si fue por las focas o por puro
aburrimiento, pero en menos de lo que se tiran dos fotos del mismo paisaje con
distinta luz,
CHEMA se había cruzado dos icebergs y estaba en uno algo más
grande, que parecía no moverse tanto. Como si de una reacción en cadena se
tratara algunos más no se lo pensaron y tras comprobar lo difícil que era
acercar a CHEMA (que trataba de volver haciendo equilibrios sobre uno de los
icebergs pequeños) a la orilla, se lanzaron todos a la conquista de la laguna.
El único problema de esta expedición es que tenían que volver o acampar en el
iceberg en el que se encontraban, porque la cabaña que habíamos reservado estaba
a las afueras de Höfn.
Las cabezas “pensantes” en el lado terrestre de
la laguna, ideamos un plan para acercar uno de los icebergs canis y dejarlo a
tiro de salto olímpico. Para ello, empezamos a lanzar piedras, primero más
pequeñas hasta que empezamos a ensañarnos con las grandes, que crearan un oleaje
tal que arrimase el iceberg. Pasado un tiempo y sin motivo aparente para el
éxito, el intento funcionó y pudimos traer a los chicos de vuelta. ¿A todos? No,
a todos no; CHEMA seguía flotando encima de la laguna. A la desesperada,
enganchamos el iceberg con las manos para evitar que se lo llevara la corriente
y empezamos a tirar de la punta. Al mismo tiempo que CHEMA saltaba a la orilla,
mi pierna se sumergió completamente en la laguna. De poco sirvió el Goretex de
las botas o la ropa de esquí, ahí se caló todo. La historia es que yo continué
tan tranquila y sorprendida de que no estuviera tan fría como pensaba, de hecho
no estaba ni fría, era más una temperatura neutra. Pasados cinco minutos, empecé
a notar que el agua algo congelada estaba y dejé de notar la pierna. Decidimos
ir al coche a cambiarme y lo encendimos para que funcionara la calefacción.
Cuando el resto regresaron, ya estaba con el nuevo modelo y con el pie pegado al
calorcito aunque tardó en hacer efecto.
En Islandia existen diversas maneras de alojarse.
En las áreas principales, las ciudades más importantes en cada punto cardinal de
la isla o en las zonas turísticas de más renombre, es fácil encontrar hostales.
Como la mayoría de ellos dependen de la red de Hostel International, podéis
encontrarlos en Internet sin problemas (en páginas del estilo
www.hostelworld.com). Fuera de Reykiavík, muchos de los hostales cuentan con
su propia piscina termal. Otra de las opciones y si el tiempo lo permite, es la
acampada. Islandia tiene un montón de zonas de acampada libre, por lo que
también resulta la más económica. Y por último, las granjas y cabañas que los
islandeses alquilan para grupos. Normalmente, suelen requerir que la gente se
quede una semana (sobre todo en temporada alta) pero nosotros no tuvimos
problemas en alquilarlas por una noche sólo. Haciendo una búsqueda en la red, es
fácil encontrar los nombres y contacto de los dueños aunque si no quiere llevar
nada cerrado, una vez en el país existe en cada zona de acampada el contacto del
personal que alquila las cabañas de esas áreas. Una llamada de teléfono, desde
una de las cabinas públicas, y se acercan a darte las llaves o directamente, te
dicen dónde está para que entres en ella.
De camino
a la cabaña, paramos en un supermercado para comprar algo de comida que empezaba
a escasear. Habíamos quedado en una gasolinera a la entrada de
Höfn con el dueño
de la cabaña, Sigurdur Kristinsson, que nos iba a guiar hasta cerca de dónde se
encontraba la casa. Antes de despedirse con el “Follow me”, que se degradaría el
resto del viaje, nos dijo que al llegar a la cabaña, nos acercáramos a la casa
roja y cogiéramos de allí la llave que habría nuestra puerta. La cabaña estaba
situada en una población cercana a Höfn (concretamente en Breiđdalsvík).
Tenía dos habitaciones dobles, con literas y luego, un sobre techo encima del
salón al que se accedía por una escalera. Si se viaja en grupo, merece la pena
quedarse en este tipo de alojamientos y la casa es muy recomendable. Os dejamos
aquí los datos de contacto por si pudiera interesaros.
Cabaña de Hofn: Pagina Web:
www.vortex.is/sissi contacto: (Háaleiti -
Sumarbústađaleiga. Skarđi 760 Breiđdalsvík.
Teléfono 475-6798.
Movil: 854-6798
Email:
haaleiti@hotmail.com)
CHEMA e Irene fueron los chefs de la noche currándose un Arroz
a la Cubana (freímos hasta los plátanos) super bueno y escalonadamente, fuimos
cayendo uno tras otro. Los únicos que aguantaron fueron los jugadores de POCHA,
que llevan un horario alternativo.
DIA 4:
02 de Mayo - Atrapados en la nieve!!
El cuarto
día supuso el inicio del CONTRAVIAJE, que es la ruta alternativa que se sigue
cuando al llegar a un país compruebas que es imposible continuar por el camino
previsto. En el viaje a la INDIA, NEPAL y BANGLADESH de 2007, el CONTRAVIAJE
comenzó una mañana lluviosa de mediados de Agosto en Katmandú, al enterarnos
que, tras varios días de huelga en las compañías aéreas que volaban a Calcuta,
la forma más viable de salir de Nepal era a través de otro país. Y así,
terminamos navegando por la desembocadura del Ganges cuando el río pierde su
nombre de divinidad hindú en Bangladesh.
Lejos del
calorcito monzónico veraniego, ya hemos repetido un par de veces a lo largo de
esta crónica que nuestra idea inicial era bordear la isla en su totalidad. El
problema es que no viajamos en la época del año más idónea para este propósito,
porque al ser todavía Mayo no toda la isla se había desprendido de la nieve. Una
de esas regiones, todavía afectada por las nevadas era la zona noreste de
Islandia pasados los Fiordos del Este.
Para
llegar a los Fiordos del Este, parte del recorrido del día, había que seguir la
carretera que va de Höfn (donde nos encontrábamos aquella mañana) hasta Egilsstađir.
Una vez allí, decidimos seguir hasta la ciudad más transitada de estos fiordos,
Seyđisfjörđur. En vez de continuar por la Carretera 917, nos quedamos en la Ring
Road sorteando la nieve y ... Nos estamos adelantando un poco, ¿no?
Vamos a
empezar temprano, cuando todos amanecimos y tirando de vasos de leche calentitos,
ocupamos nuestras posiciones en los coches. Este viaje será recordado por las
horas de sueño que invirtió en él cada participante; cada vez que alguien
pillaba el coche, no lo dudaba, A OSTIARSE. Con este término tenemos un problema
ético, ¿estar dirigiéndose a POLLUELOS significa que nos encontramos en un
perpetuo horario infantil? Mmmmm ¡Después de darle muchas vueltas, llegamos a la
conclusión que la CULTURA no ocupa lugar así que proseguimos con la explicación!
OSTIARSE, POLLUELILLOS, no es otra cosa que planchar la oreja, echarse una
cabezadita, quedarse completamente dormido. ¿Es necesario estar cansado para
OSTIARSE? La respuesta es no; en un viaje, el nivel de sueño no es proporcional
a las horas que uno haya descansado anteriormente al mismo. Estudios indican que
el efecto somnífero de los asientos de cualquier medio de transporte ataca a los
VIAJEROS DIAMANTINOS y que, esta enfermedad del sueño (sufrida por viajeros tan
renombrados como los hermanos DE ALBA y su ya famoso número circense, el
QUEBRAMIENTO DE CUELLO) lamentablemente no tiene cura.
Con el
Vatnajökull de testigo lejano, partimos hacia lo imposible. Tras recorrer unos
kilómetros a través de los entrantes y salientes que el mar ha ido formando a lo
largo de la costa, llegamos a Djúpivogur en el margen derecho del
Berufjörđur.
El recorrido por estos lugares lo fuimos haciendo en los coches, ya que las
distancias eran lo suficientemente grandes como para hacerlas a pie sabiendo que
cinco días más tarde, teníamos que estar de vuelta en Reykiavík con la evidencia
de haber recorrido la isla en el bolsillo. El ansia de SELLOS se hacía
inevitable entre el grupo.
Pero
volvamos al tema de siempre, el deshielo. En Islandia, a pesar de las nubes que
nos acompañaron gran parte del camino (que lo mismo te caía la granizada de tu
vida como dos kilómetros por delante, te asabas como un pollo con los tres
forros polares a tus espaldas), las temperaturas habían empezado a aumentar
derritiendo la nieve acumulada en invierno. Ya sabéis que al principio, la
FLIPADA con el tema “cascadas” era monumental y si bien es cierto que tras ver
tres o cuatro, la cosa empezaba a mitigarse, aquel día de aburrimiento en los
coches rodeando fiordos, nos paramos en la primera catarata que encontramos. No
estaba necesariamente en el mapa ni era la más espectacular que hubiéramos visto
hasta el momento; de hecho, en los planos de la isla, no hemos conseguido
localizarla. Tiene toda la pinta de ser una de esas cascadas de caudal
suficiente que se forman en primavera y no siempre en el mismo lugar, pero para
el contingente ALUCHINO fue la excusa perfecta para levantar el culo del
todoterreno, que ya empezaba a tener forma de asiento.
Aprovechando la parada y con eso de poder estirar las piernas, nos dedicamos a
lanzarnos cual cabras montaña abajo, montaña arriba. ¿Consecuencia? Un tobillo
siniestrado con un grado medio de molestia; o sea, el típico movimiento chorras
que hace que se doble alguna parte de las extremidades sin motivo aparente. Aún
no lo sabíamos pero aquel día iba a ser muy accidentado para los integrantes de
la expedición ...
Cuando
nuestra curiosidad por el entorno estuvo saciada, pusimos rumbo a
Seyđisfjörđur.
Una vez allí, visita inevitable a la farmacia para engordar el Botiquín con
vendas y el Reflex islandés de turno. Dado que nuestra estancia en la ciudad
coincidía con la hora de la comida, aprovechamos para acercarnos a un
supermercado. Los centros comerciales que vimos de refilón en la isla no están
nada mal, tampoco los supermercados. Normalmente, a la entrada, tienen una zona
con mesas y un microondas por si al vecino islandés le entra un hambre
irreversible después de hacerse con alimentos para su hogar. A nosotros, esta
historia nos venía de perlas y allí que nos sentamos a compartir mesa con unos
mini islandeses muy majetes a los que se aprovechó para CULTURIZAR a ritmo de
castellano de calle o de ALUCHE. Si no recuerdo mal, “TU PUTA MADRE” fue lo más
light que terminaron diciendo los chavales.
A partir
de este momento, y con el tobillo como muestra de lo que se avecinaba, la
INCOSCIENCIA se apoderó del grupo. En nuestra defensa juega el hecho de que
tener encerradas a 12 personas en 2 coches, 15 de las 24 horas del día provoca
que el personal se trastorne. Si a eso se suma, la capacidad del colectivo
DIAMANTINO para provocar “catástrofes” en los países que visita y que ya se iba
un poco colocado con el olor del Reflex, no cabe la menor duda: ¡se estaba
preparando una buena! Para dar una lección magistral sobre la INCOSCENCIA, sólo
necesitábamos tres cosas: un parque natural sepultado por la nieve, un
todoterreno equipado con ruedas capaces de quedarse pegadas a cualquier tipo de
superficie y material viajero que hiciera volar la imaginación. Recordar a los
POLLUELOS que, en esta ocasión, para alcanzar la cota de INCOSCIENCIA máxima no
fue necesaria la ingesta de alcohol previa aunque son términos (INCOSCIENCIA y
CHUZO) que suelen ir emparejados.
El
escenario elegido para la hazaña fue la Ruta Öskjuleiđ, en la carretera que
lleva a Askja, una caldera descomunal en la que se encuentra el
Öskjuvatn, el
lago más profundo de Islandia. Por supuesto, nuestro enemigo número uno del
viaje no iba a permitir que nos acercáramos mínimamente al objetivo. Tan
entretenidos estábamos con los pocos animales que se cruzaban a nuestro paso,
que aunque la carretera estuviera empezando a desaparecer bajo la nieve, nadie
pareció percatarse. Sólo cuando el primero de los todoterrenos, el que ya había
sucumbido a las inclemencias de Vik, paró en seco y vimos el chorro de nieve que
salía de debajo de sus ruedas sin lograr movimiento alguno, entendimos que había
que bajarse a empujar. Como copiloto del segundo todoterreno, me había tocado la
“feliz” tarea de ir mirando el mapa. El problema es que, algo debía estar mal en
el plano, porque a todas luces y si no nos habíamos confundido en el recorrido,
estábamos sobre un lago!!. Recuerdo mirar a todos lados, intentando encontrarlo
pero nada, allí sólo había nieve apilada y algunas pequeñas montañas; bueno, eso
y dos todoterrenos (SANTI al volante de uno de ellos) y el equipo, desperdigado
por el suelo y los coches. Tan abstraída estaba intentando buscar el lago que
empecé a dar vueltas en círculos alrededor de los coches. En una de estas
vueltas, ocurrió algo raro y que precipitaría el momento de INCOSCIENCIA MÁS
GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS, o por lo menos del viaje a Islandia. De repente,
sin venir a cuento, un crujido. Y después otro, misteriosamente similar a los
que escuchamos en el Skaftafellsjökull.
¿Hielo?
Pero ahí, no había hielo, sólo nieve y ... ¡el lago congelado a nuestros pies!
Sí;
los coches se habían quedado parados encima de una capa lo suficientemente
fuerte de hielo pero que empezaba a quejarse con tanta danza por encima. Una vez
conscientes de la situación, tocaba actuar con rapidez. CHEMA, curtido en los
viajes “in extremis”, puso en marcha al resto del dispositivo para colocar una
esterilla bajo cada una de las ruedas del todoterreno (después de haber
escarbado la nieve sobrante). Con ésto y la lógica de nuestro lado, se suponía
que el todoterreno se deslizaría marcha atrás y podríamos volver a la carretera.
El único inconveniente del plan es que cuando SANTI arrancó, la mano de CHEMA
aún estaba sobre una de las esterillas y fue atropellada por una de las ruedas (posteriormente, bajo una de las ruedas)
y aunque surtió efecto, el todoterreno terminó avanzando escasos metros para
volverse a hundirse en la nieve.
Con CHEMA
dolorido y la gente flipando por lo surrealista de las circunstancias, SANTI y
las chicas nos subimos al todoterreno hacia una casetilla de supervivencia que
creíamos haber pasado unos kilómetros antes. En efecto, en unos minutos que
parecía no se iban a terminar nunca, divisamos la cabaña de plástico con la
señal de S.O.S. en la entrada. SANTI y yo nos bajamos dispuestos a encontrar una
cuerda con la remolcar el coche. Una vez dentro, lejos de localizar una cuerda,
nos topamos con todo tipo de latas de supervivencia para que cuando finalmente
llegaran a rescatar a uno, se encontraran a una bola incapaz de salir por la
puerta. Pero a la entrada del caseto había otra cosa, una cosa en la que no
habíamos reparado: ¡una cadena! La misma que sujetaba la cabaña al suelo y que
SANTI (con una ayuda nula por mi parte) consiguió sacar de la tierra, estaca
metálica incluida. Pero, como en todos estos casos, la historia terminó bien,
con la mano de CHEMA hinchándose por momentos tipo shrek y mi tobillo algo resentido de
tanta tralla. Emulando a Juanito Oiarzabal en sus mejores tiempos, usamos lo que
ya se conoce como NUESTRA EXPERIENCIA EN LA MONTAÑA y tras enganchar la cadena,
como pudimos, al primer todoterreno, éste terminó cediendo y volviendo a la
carretera.
Con el
susto en el cuerpo, seguramente no lo suficiente, volvimos a la Ring Road y
pusimos dirección a Mývatn. Esta zona engloba un conjunto de aproximadamente 50
islas pequeñas en lo que anteriormente fue un área de fuerte actividad
volcánica. La entrada al pueblo principal y donde terminaríamos quedándonos a
dormir, Reykjahlíđ, la hicimos a través del paso de Námaskarđ. Antes de llegar
al pueblo, paramos en
Hverarönd, una franja metamorfoseada por la actividad
geotérmica y convertida en un depósito de sílice y azufre que se extiende sobre
el suelo. A cada paso, fumarolas y solfaratas desprenden gases y barro en
ebullición junto a un olor nauseabundo; todo un canto a la TOXICIDAD.
Una vez en
Reykjahlíđ y sin alojamiento previsto para ese día, nos acercamos a la zona de
acampada libre de Hilđ. Estos sitios están super bien equipados, con baños,
zonas comunes y mesas donde montar el picnic. Como nosotros, finalmente
decidimos no tirar de tiendas para cargar con menos bártulos, estuvimos dando
una vueltecilla por el campo de lava en el que se encontraba hasta que SULE dio
con el teléfono de una persona que alquilaba una cabaña, colgado en la pared del
centro de visitantes (consecuentemente cerrado). Tras una breve llamada, SULE
nos informó que la llave de la cabaña se encontraba bajo el felpudo y que
quedaríamos más adelante con el dueño para pagarle ... Nueva muestra de la
confianza islandesa a prueba de bombas. Al igual que la noche anterior, la nueva
cabaña estaba genial y allí pasamos un buen rato. Tras la cena y la POCHA, que
no podía faltar, a la cama. Habíamos llegado al meridiano del viaje.