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27 Julio –  Una docena de mochilas en la T4

Llevamos planeando y soñando este viaje desde hace varias semanas, pero, como siempre, han llegado las prisas y las dudas a la hora de hacer el equipaje: “¿Qué es lo imprescindible?” “Esto no me cabe...” “¿Cuántos calzoncillos me llevo?” ... El objetivo es compactar en una mochila parte de lo necesario para un viaje de un mes a lo largo de la península del Indostán, con el monzón acechando, y con un itinerario planeado pero que seguro nos sorprenderá cada día. El resultado es una mochila, de aproximadamente 15 kg que durante las próximas semanas alojará todos mis enseres... Camisetas, un par de pantalones, spray antimosquitos, suero, linterna, chubasquero, mosquitera, saco, esterilla, una botella de ron y sobre todo unas ganas locas de pisar aquellas tierras... Gran parte del equipaje son pequeños juguetes y peluches, e incluso un  par de kilos de caramelos con la idea de repartirlos entre los niños que encontremos en nuestro camino... Aunque nos invade la duda de si esos niños rechazarán nuestros presentes prefiriendo unas monedas o algún cigarrillo...

Nuestro cuerpo ha sido agujereado en repetidas ocasiones por agujas, a cambio de protección frente a enfermedades como el tifus, fiebre amarilla, hepatitis o el cólera. La malaria, sin embargo, la combatiremos día a día con la pastillita azul (Malarone, también conocido como “Malrrollone”, por sus posibles efectos secundarios), u otras píldoras más económicas e inocuas, pero también de eficacia dudosa  (véase Dolquine o Lariam). También cargamos con un arsenal de repelente antimosquitos marca Relec para luchar contra el Falciparum malarioso...   (Puedes encontrar información sobre prevención de enfermedades en nuestra sección de Vacunas y Sanidad en el apartado Info / Vacunas y Sanidad de nuestra Web)

¿Pero cómo evitar las gastroenteritis y diarreas?¿Cómo protegernos de los millones de virus y bacterias, que aunque no mortales, aguardan al acecho? De eso, no nos libra nada... Ni se librará nadie...

Por exactamente 632,52 € (ida y vuelta) la mítica compañía rusa Aeroflot nos llevaría a la mayor ciudad de la India y su capital económica; no es otra que Bombay (Mumbai es su actual nombre), nuestro punto de partida hacia la conquista del subcontinente indio.

Es en el aeropuerto de Madrid-Barajas, más concretamente delante del mostrador de facturación de Aeroflot en la T4, donde se reúne un grupo de doce personas... Entre ellas, gran parte son viejos conocidos del barrio de Aluche el diamante, que conforman el grueso de la expedición... A ellos se unen unos cuantos viajeros más, de diferentes procedencias, que por primera vez, ven las caras de los que van a ser sus compañeros en este largo y arduo viaje...

Se acerca la hora del embarque, son las 23:55 h de este viernes tan esperado. Por delante, seis horas sobre la vieja Europa hasta llegar al aeropuerto Sheremetyevo, uno de los varios aeropuertos de los que dispone Moscú. El vuelo SU300 despegó sin retraso.

El viaje resultó peculiar; mucha rusa morena (cayó el mito…),  un par de perros que no dejaron de ladrar y llorar, y unas azafatas más que antipáticas, no impidieron que los expedicionarios que no se conocían entablaran sus primeras conversaciones. 

 

28 Julio – De acampada en Sheremetyevo

Sobrevivimos al seco carácter de las azafatas y azafatos rusos y a los comentarios más frikis de un español que se

 sentaba tras nosotros al final del avión. Tras el aterrizaje en el aeropuerto de Sheremetyevo nuestros esfuerzos se centraban en idear la manera de pasar ni más ni menos que trece horas en la terminal moscovita del modo menos aburrido… Y encontrándonos en la cuna del vodka rápidamente dimos con la solución. Doce esterillas aparcadas en batería en un pasillo, justo encima de las tiendas del duty free, sería nuestro cuartel general durante el tiempo que durase nuestra escala.

Tuvimos horas de sobra para hacer grupo, y dar buena cuenta del  vodka más barato del aeropuerto mezclado con naranja y de la potente cerveza rusa “Elephant”. Entre partidas de pocha y siestas intermitentes, la hora del embarque de nuestro vuelo hacia Bombay se acercaba… Nuestra acampada será recordada durante largo tiempo por los empleados de ese gris aeropuerto: risas, alcohol, cánticos, caras pintadas de maquillaje de muestra… Un jaleo considerable, y de todas las normas aeroportuarias que nos saltamos, la única que pareció molestar a los policías era que jugáramos a las cartas, ya que, según nos advirtieron, estaba prohibido apostar (curioso…).

Jesús “Nacarito” no soportó el ritmo (o mejor dicho, lo elevó demasiado) y su borrachera fue tan monumental que temimos que no le dejaran montar en el avión en ese pésimo estado. Tras soltar lastre desde el piso donde nos encontrábamos hasta la zona de tiendas en un nivel inferior (espectacular) y mantener un rifirrafe con un guiri, fue escoltado por Sule y Chema, caracterizados de payasos (estilo fusión entre Carmen de Mairena y el cantante de Kiss), hasta la puerta de embarque, mientras los demás cruzábamos los dedos para que le permitiesen el paso… Y en contra de lo que algunos pensábamos, fuimos testigos de que un pasajero semi-inconsciente puede coger un vuelo.

Un duro y largo viaje; nos acomodamos en nuestros asientos esperando con ansiedad que las luces del cinturón de seguridad se apagasen para hacernos fuertes en hileras de tres asientos para dormirla a gusto. Para ello contábamos con las almohadas  y mantas suministradas por Aeroflot, que tanto uso iban a tener en las próximas semanas…

Sólo una compañía rusa, y en especial Aeroflot, podría permitir que un pasajero al borde del coma etílico subiera a bordo… Llegamos a esa conclusión cuando, tras unas horas de vuelo, observamos como gran parte del pasaje viajaban bajo los efectos del alcohol…

 

29 de Julio – Mumbai y el monzón

Bajo los efectos del incómodo viaje y de la resaca aterrizamos en el aeropuerto internacional de Bombay. Tras la recogida de las mochilas, nos encaminamos hacia oficina de “Currency Exchange” para hacernos con rupias indias. Cambiamos euros por fajos de billetes indios (el cambio está en 1€ = 65 rupias), y nos dispusimos a salir de la terminal.

Llovía en Bombay y un calor húmedo nos golpeó al salir al exterior, obligándonos a reajustar la respiración.

Pedimos 3 taxis en la oficina de prepago (muy recomendable si se quiere evitar la avalancha de taxistas ofreciéndote su coche, que por supuesto, es el mejor y el más barato…).Pero fuimos demasiado optimistas... Qué decir de los taxis; con la apariencia de los automóviles de principio de siglo y de un 600, negros y sobretodo, muy, pero que muy pequeños… Tan pequeños que el taxímetro lo llevan fuera, encima del capó, y que con apariencia de balanza.

A golpe de guía elegimos un hotel, el Sea Shore (al cambio, 3 € por persona y noche), y le pedimos al taxista que nos llevara hasta él. El interior del vehículo estaba decorado con todo tipo de guirnaldas e imágenes, con un estilo que para nosotros es de lo más hortera pero que para ellos parece ser de lo más “fashion”. Paramos de camino en una gasolinera, donde nuestro medio de transporte repostó gas… Sí, otro dato curioso de estos vehículos, van a gas!

La fachada del hotel elegido era realmente cutre; parecía más un edificio abandonado (o al menos muy descuidado). Para llegar a nuestras habitaciones había que subir cinco pisos, a través de una lúgubre escalera, estrecha, oscura y resbaladiza. Al parecer en cada uno de los pisos había un hotel distinto, pero de calidad similar. Cargar con los macutos no fue tarea sencilla. Habitaciones humildes, pero lo suficientemente limpias, acordes con el precio… Ventiladores en el techo funcionando continuamente intentaban sin éxito refrescar el ambiente.

Dejamos las mochilas y nos lanzamos ansiosos a conocer la ciudad, sin miedo a las nubes monzónicas que cubrían el cielo. Nuestra primera parada sería La Puerta de la India (“The Indian Gateway”), no muy lejos de nuestro hotel. Esta gran puerta al Mar Arábigo fue por donde el último contingente británico salió de la que a partir de ese momento sería una nación independiente, dando por finalizada una ocupación que duró hasta el año 1948. Bombay no es una ciudad demasiado atractiva, pero nos sirvió como primer contacto con la cultura india. Con cerca de 20 millones de habitantes, sus calles están plagadas de arquitectura inglesa colonial, esplendorosa en una época y decadente en la actualidad. Fastuosos edificios vestidos de andamios de caña emergen de las aceras sucias y desconchadas, plagadas de transeúntes y puestos. Carteles de publicidad dan color al conjunto, predominando los anuncios de talleres de mármol y granito, cuya abundancia en la comarca nos sorprendió.

Encontramos a un grupo de niños jugando al fútbol en una gran extensión de hierba; la pelota flotaba en vez de rodar, debido a los enormes charcos en los que se rebozaban. Nos sorprendió la felicidad que demostraban, mientras teñían sus blancas ropas del color del chocolate, pasando el balón en muchos momentos a un segundo plano. Sule y Chema no pudieron resistirse, y participaron en el partido para sorpresa y agrado de los chicos.

La primera lluvia monzónica nos sorprendió en mitad de nuestro paseo, y fue la estación central de Victoria un refugio perfecto. Diseñada en 1887 su apariencia externa recuerda más a una catedral que a una estación de ferrocarril por la que pasan cada día una media de dos millones de pasajeros. El interior sorprende; la luz no acaba de colarse en la zona de los andenes, y los trenes parados parecen de otro tiempo. El hambre hizo acto de presencia y probamos varias “delicias” que nos ofrecían en los puestos cerca de las taquillas. Bollitos picantes y patatas “Lays Spanish Tango” fueron nuestro almuerzo; para beber compramos agua embotellada, dudando de si realmente lo era… Sabíamos que todo agua que no fuese tratada hace estragos hasta en el estómago occidental más duro. Varios niños se arremolinaban pidiéndonos comida…

La lluvia nos dio un respiro aunque el cielo seguía cubierto, recordándonos que la siguiente descarga podría caer en cualquier momento. Nos dirigimos hacia la playa de Chowpatty; un grupo de niños y de no tan niños se bañaban en las aguas turbias del arábigo, con un telón de fondo de altos edificios. Tres “baywatch” de calzón rojo observaban la escena aburridos; pocos bañistas vestían bañador (la mayoría nadaban con los pantalones vaqueros puestos). Curiosamente ninguna niña disfrutaba ese día del agua. De pronto, un policía se acercó a la orilla y todos ellos salieron del agua entre gritos y risas; está prohibido el baño, dada la toxicidad de las aguas, como por su color sospechábamos…

Nos tumbamos en la arena, y a más de uno le pudo el sueño. Una gran nube de curiosos nativos nos rodeaba, y nos miraba como si no hubieran visto en su vida un occidental (pensamos que esa reacción nos la encontraríamos en las poblaciones rurales, pero no en una gran urbe como esta). El grupo se dividió según gustos culinarios. Sule, Javi, María y yo nos sentamos en un chiringuito de playa al más puro estilo Benidorm; comida picante (cómo no) que comimos con las manos, acompañadas de unas coca-colas calientes servidas con una endeble e inútil pajita… Una turista inglesa nos habló de las maravillas de la playa de Palolem, en Goa… Curiosamente, ese sería nuestro próximo destino…

Bombay es la central de la increíble industria cinematográfica india, conocida como “Bollywood”; por ello, no nos íbamos a ir de allí sin conocer ese fenómeno de primera mano!! Sesión de las 18:30 h, y la película elegida “Bow Barracks Forever!”. Antes de entrar al cine otra “chufa” de agua nos dejó empapados; el techo de la sala de proyección estaba plagado de enormes ventiladores… Helados de frío y con la ropa mojada, nos pusimos cómodos, cómo no con refresco y palomita en mano… De repente, el resto de los asistentes se pusieron de pie cual resortes y el himno nacional comenzó a sonar; la bandera india ondeaba en la pantalla… Nos quedamos alucinados, pero rápidamente nos pusimos de pie y fuimos participes del solemne acto previo a la proyección de la película…  La baja calidad de la película y el extraño inglés que hablaban los actores hizo que más de uno cayera en un profundo sueño.

Atravesamos un bazar de camino al restaurante donde cenaríamos. “Leopold” ofrece a sus clientes comida china e india, y unos interminables tubos de cerveza… Es un punto de reunión para muchos de los occidentales que visitan la ciudad. Por 5€ al cambio, nos pusimos hasta las cejas de comer y de beber… Sobre todo de esto último… Los camareros no daban a basto pare recargar los “metros” de cerveza. Montamos un jaleo considerable, el resto de comensales no hacían otra cosa que mirar hacia nuestra mesa, mientras nosotros participábamos en un concurso de “comedores de guindillas”. Incluso Javi degustó las flores de adorno que había en la mesa aderezándolas con “spicy sauce”… Los litros de cerveza que cayeron esa noche son incalculables… Al grito de Chema de “the next trabuco is free!!” nos tomamos la última y marchamos hacia el hotel. Era hora de descansar…

 

30 de Julio - Backwaters

Nos levantamos temprano y tres taxis nos esperaban en la puerta del hostel. Nuestro destino era el Santa Cruz Domestic Airport (BOM) de Mumbai, donde nos encontraríamos con Irene que se unía así a la aventura. Cogeríamos el vuelo V8U2I4 hacia Cochin, en la región de Kerala, la más austral de la península del Indostán.

Vuelo Mumbai - Cochin compañia GoAir. Precio del vuelo 2.300 INR = 37 €

       ITINERARY
FROM/TO FLIGHT DAY DEPARTURE ARRIVAL STOPS
BOM ( MUMBAI (TERMINAL 1A)) / COK ( COCHIN) G8 - 451 30Jul2007 08:10 09:55 0

A la llegada, en el pequeño y humilde aeropuerto de Cochin, nos informamos acerca de dónde y cómo alquilar unas barcazas en el sistema de canales conocido como los Backwaters”. Alquilamos unos 4x4 para llegar a la población de Alappuzha (también llamada Allepey), punto de salida de las “casas flotantes” que surcan los canales de la zona. El verdadero nombre de estas embarcaciones es “Kettuvallam” y aunque fueron creadas para transportar por vía fluvial arroz y otros productos, están acondicionadas para el turista con todo nivel de detalle y de lujo… habitaciones, cocina, baños… Su estructura de bambú recuerda a esas enormes barcazas chinas. Por 15€ por persona elegimos y alquilamos una  barca de esas durante 24 horas. Tres tripulantes se encargarían de que no nos faltase de nada; comida típica, cerveza “Kingfisher” y música en la cubierta. Un crucero en toda regla y de un lujo que no volveríamos a disfrutar en el resto de nuestro duro y largo viaje…

  

En ambas orillas las mujeres lavan sus coloridas ropas, los niños vuelven de la escuela y los hombres reparan las redes de pesca… Casas flotantes se ubican en estrechas lenguas de tierra rodeadas casi totalmente por turbias aguas. Paramos en una de ellas donde compramos a un pescador unas langostas azules, que serían nuestro primer almuerzo a bordo. El pequeño hijo del pescador alucinó con nuestra presencia, más cuando le obsequiamos con un juguete; los ojos le brillaban expresando el más sincero de los agradecimientos y su amplia sonrisa nos cautivó a todos.

  

La navegación fue más que placentera, el monzón nos concedió una tregua y pudimos disfrutar de un cielo abierto y un sol radiante. Comimos, bebimos y descansamos. Al atardecer atracamos para pasar la noche. Llegó el “momento nenúfar”; no pudimos resistirnos a un bañito en esas aguas donde numerosas plantas acuáticas y nenúfares cubrían la superficie y se enredaban en nuestros brazos y piernas. No poder ver a través de esas sucias aguas la verdad es que inquietaba bastante… Más aún cuando tras el baño, uno de los tripulantes aseguraba que en esas aguas era común encontrar cocodrilos...¿era verdad o nos tomaba el pelo?

  

Tras la cena, partidas de cartas y debates sobre ciencia y naturaleza y misterios sin resolver nos llevaron hasta altas horas de la madrugada, el tema, "Las mareas". Todo ello en cubierta, donde los tres miembros de la tripulación debían dormir… Desde luego esa noche no durmieron demasiado…

 

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