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31 de Julio -  Periyar
1 de Agosto – Goa, la fiesta prometida

2 de Agosto – “Monzón Azul”

3 de Agosto -  Old Goa, esplendor y decadencia

 

31 de Julio -  Periyar

Amanece sobre los canales de los “Backwaters”. Zarpamos de vuelta a Alleppey, desde donde de nuevo tomaremos los 4x4 hacia Kottayam, más concretamente a su estación de autobuses. El cansancio nos puede y nos quedamos dormidos, asumiendo el riesgo de desnucarnos con alguno de los enormes baches del camino. No deja de llover torrencialmente durante toda la travesía.

La estación de autobuses de Kottayam nos dejó perplejos. Varios autobuses viejos y destartalados esperaban a llenarse de viajeros; en lugar de ventanas tenían barrotes horizontales, a modo de cárcel, y dos tablas de madera en ángulo recto hacían las veces de asiento. Los que ya partían iban abarrotados de personas… Por media rupia hicimos uso de los baños públicos, y comenzamos a cargar las mochilas; 5 horas de viaje nos separaban de Kumily, al este, desde donde visitaríamos la gran reserva natural de Periyar, donde bisontes, antílopes y elefantes, y como no, la estrella del parque, el tigre de bengala, viven en libertad; pero éramos conscientes de que en esa época del año estos animales no se muestran al visitante con facilidad.

El viaje fue… Acojonante! Y no por su disfrute, si no porque en algunos momentos se pasó realmente miedo! Parecía que al volante estaba el primo de Karthikeyan (piloto indio de F-1), acelerones y curvas de infarto nos obligaban a aferrarnos al asiento para no salir despedidos… Y todo ello en un vehículo que lo increíble era que andase… En algunas curvas de casi 180 grados llegamos a derrapar! Un cable atravesaba a lo largo todo el autobús hasta el asiento del conductor, donde estaba conectado a una campana. Para solicitar tu parada, bastaba con tirar del cable… Curioso sistema!

Sobrevivimos a la incomodidad de los asientos, la lluvia (sin ventanas, el agua nos salpicaba) y al conductor kamikaze; ascendimos casi 1000 metros por serpenteantes carreteras en pésimo estado, atravesando plantaciones de cardamomo, hasta llegar a Kumily. Se trata de una pequeña aldea a las puertas de la gran reserva de Periyar; tras dejar los mochilones en un pequeño hotelillo nos adentramos en el parque natural; el precio de la entrada, 25 rupias para los indios, casi 300 para nosotros!

Varias modalidades de visita nos ofrecieron, pero optamos por coger un barco que recorre un lago interior que al parecer es artificial, una especie de embalse creado por los ingleses en la época colonialista. El paseo fue bastante aburrido; llovía sin cesar, y aunque escudriñábamos cada palmo de terreno en busca de algún bichejo, lo único que avistábamos eran negros cuervos posados en troncos que emergían del agua. Cuando habíamos perdido toda ilusión,  unas enormes formas surgieron tras bordear un recodo del lago… Contuvimos la respiración mientras el barco se acercaba… Allí estaban!! Una familia al completo de elefantes indios descansaba cerca del agua. Nos invadía una sensación extraña; todos habíamos visto elefantes en nuestra vida alguna vez, pero observarlos en su hábitat, en libertad, fue increíble… Era como si estuviésemos en Jurassic Park. La lentitud de sus movimientos nos dejó ensimismados, y nos mirábamos unos a otros boquiabiertos con la ilusión propia de un niño. Ese fugaz encuentro hizo que valiera la pena la visita al parque, aunque nos quedó claro que aquella no era la época más idónea para hacerlo.

     

El precio del autobús de vuelta a Kottayam era de 60 rupias por persona  (un euro al cambio, aproximadamente). Nos subimos deseando que el regreso fuera menos “movidito” que el anterior. El interior del vehículo estaba decorado de vistosas guirnaldas y cerca del conductor un cuadro de Cristo rodeado de luces de neón vigilaba el pasaje; en los pocos días que llevábamos en el país, nos había sorprendido gratamente la pluralidad religiosa: hindúes, budistas, islamistas y cristianos convivían a diario, y la tolerancia parecía absoluta.

Era de noche, llovía y en mitad de una cuesta el autobús se para… Se ha averiado! Sin embargo, antes de que pudiéramos quejarnos por nuestra mala suerte, otro autobús apareció y nos recogió. En él, un hombre menudo y con gafas se quejaba amargamente y acusaba al revisor de haberle devuelto un billete de 10 rupias falso.

Llegamos agotados a Kottayam, y guiados por un joven indio, llegamos a la estación de ferrocarril de la población. A las 22:15 h subiríamos por primera vez en uno de esos míticos trenes; el primero de muchos de los que “disfrutaríamos” en el próximo mes…Nuestro próximo destino es Mangalore, a 480 km. El viaje nocturno fue toda una experiencia; la “Sleeper Class” nos ofrecía una cama (más bien una tablón-litera) por 210 rupias o lo que es igual, 3 €, un precio increíble, teniendo en cuenta que íbamos a recorrer una distancia similar a la existente entre Madrid y Lérida….

     

En cada departamento, aproximadamente de 5 metros cuadrados, seis literas, tres a cada lado, colgaban de la pared mediante cadenas oxidadas. Pocos fueron los que pudieron conciliar el sueño… El traqueteo del tren, ruidos extraños, la incomodidad de la “tabla” y el continuo ir y venir de vendedores ambulantes, pasajeros y policías por los pasillos no nos permitieron descansar demasiado…

 

1 de Agosto – Goa, la fiesta prometida

Hemos dejado al sur la provincia de Kerala, para entrar en Karnataka. Nuestra estancia en Mangalore se reduce al tiempo que esperamos al siguiente tren que nos llevará a Goa, una pequeña región un poco más al norte. Estas tres provincias, bañadas por el Mar Arábigo, conforman la costa suroeste de este inmenso país. No salimos de la estación, y dedicamos el tiempo a comer, descansar, asearnos en una fuente de agua no potable que surgía en el mismo andén, y a repartir caramelos entre los niños que correteaban por allí.

A diferencia del anterior, el viaje en tren Mangalore- Goa ( 3 € por persona, aproximadamente) lo hicimos a plena luz del día, lo que nos permitió disfrutar de los paisajes que el convoy atravesaba a lo largo de 430 Km. Desde las puertas abiertas entre vagón y vagón, pudimos ver arrozales infinitos, inmensos lagos y gente caminando en paralelo a las vías, que nos saludaban sonrientes. Partidas de cartas y tertulias ayudaban a pasar las horas, mientras algunos pasajeros hacían el trayecto sin pagar; los compartimentos estaban habitados de innumerables cucarachas, incluso un pequeño ratón compartía con nosotros viaje.

Mónica llevaba un par de días algo nerviosa; no conseguía contactar con Coke, que junto con Saúl, Garci e Ico debían unirse a nosotros en Goa… Nos bajamos en la estación de Chaudi (Canacona), pensando que sería la más cercana a la playa de Palolem. La estación parecía totalmente aislada; fueron necesarios cinco rickshaws para trasladarnos. Un rickshaw es una especie de moto-carro, de tres ruedas, realmente pequeño, de poca potencia y poca estabilidad, lo que nos hacía temer un vuelco inminente. Es el medio de transporte más utilizado no sólo en la India, si no en todo Asia (con permiso de la bicicleta).

Llegamos a Palolem de noche, y tras negociar con varios lugareños por un alojamiento, decidimos hospedarnos en el Cupids Castle”,  (Cupid Castle Tourist Home, Palolem Beach Canacona- Goa 403702 (India) Email: cupidcastlegoa@yahoo.com Telephones: (+ 91 832) 2643326 / 2645013 / 2644294) totalmente vacío hasta nuestra llegada. La tarifa, 750 rupias por seis habitaciones, menos de 1€ por persona/noche!!. Era la temporada baja de turismo, y estaba claro que el ambiente que nos íbamos a encontrar allí era muy diferente del que ha hecho mundialmente famoso el nombre de Goa, y que se usa como sinónimo de “rave” o “fiesta”. Fue en los años 70 y 80 cuando una extensa comunidad hippie se estableció en Goa e hicieron del lugar un punto de encuentro para todos los fiesteros; actualmente, esa corriente ha evolucionado, y allí se celebran alguno de los festivales más famosos de música electrónica (existe un estilo llamado “Goa Trance”) y donde las drogas de diseño son más que una realidad. La época para encontrar esas playas llenas de gente bailando es Diciembre, y no en Agosto. Aquella aldea parecía un pueblo fantasma en esas fechas…

Nos acomodamos y salimos a cenar; una velada agradable, que fue interrumpida por los cuatro expedicionarios perdidos que acababan de llegar; el grupo ascendía ya a 17 viajeros. Unos perros muertos de hambre rondaban las mesas, y yo tuve un nuevo encuentro con la cucaracha común india, esta vez, dentro de mi plato de “penne a la bolognesa”… Qué rrrrrrrico!

  

Era noche cerrada y caían unas gotillas, pero ni eso nos quitó la idea de hacer un botellón en la playa. Una playa paradisíaca, sólo para nosotros. Centenares de cangrejos corrían a dos patas cuando eran descubiertos. Con las primeras copas en la mano, y prácticamente a oscuras, la lluvia se volvió más constante. Poco a poco la gente se fue metiendo en el agua, se estaba mejor dentro que fuera!! El agua tenía una temperatura estupenda, el sonido de las olas lo llenaba todo… Creímos por un instante ser protagonistas de la película “La Playa”.

De vuelta al hotel (apenas a 50 metros de la playa), sufrimos la avería de los baños y duchas, esperables dado el precio que habíamos pagado, y luchamos con las mosquiteras para poder colocarlas correctamente. Justo en frente del hotel había una humilde agencia de viajes con conexión a Internet; al día siguiente intentaríamos reservar los vuelos de vuelta a casa, que muchos de nosotros no teníamos aún.

 

2 de Agosto – “Monzón Azul”

La mañana nos recibió con un cielo nuboso y oscuro; estaba claro que el monzón no estaba de paso por aquella zona costera bañada por el Mar Arábigo. Aporreando las puertas se consiguió (no sin esfuerzo…) levantar a la totalidad del regimiento. Las únicas que habitaban las playas eran las vacas.

Parte del grupo aprovechó esas primeras horas del día para chequear sus correos electrónicos y dar señales de vida a sus familiares y seres queridos en el cyber que estaba en frente del hotel. También hacia las veces de agencia de viaje; varios viajeros no tenían aún el vuelo de vuelta a Mumbai desde Nepal o Bangladesh por lo que fue un buen momento para preguntar precios e invertir.

A las puertas del cyber-agencia, un lugareño al que bautizamos “Panzita” debido a su enorme “abdominal” no hacía más que ofrecernos de todo: motos, taxis hacia Old Goa… Aunque al principio no captó nuestra atención, una voz en off hizo girar nuestras cabezas “¿Y si nos pillamos unos motillos y nos damos un voltio?”. Miramos al cielo, una llovizna suave caía sobre nosotros… Miramos al suelo, embarrado, encharcado y resbaladizo… Dicho y hecho…

Mientras elegíamos máquina y paquete, varias personas se dirigían en grupo hacia nosotros. Al irse acercando, nos percatamos de que los primeros cargaban algo al  hombro, y el resto de la comitiva les seguía detrás, en absoluto silencio. No había ninguna mujer entre ellos, y en su mayoría iban descalzos; hasta que no pasaron justo a unos metros de nosotros no entendimos lo que estaba sucediendo; lo que esos cuatro hombres que encabezaban la comitiva sostenían sobre sus hombros era un cadáver… Caminaban hacia la playa, sin lugar a dudas, para celebrar la cremación del difunto; colocado sobre un camastro fabricado de ramas y anchas hojas verdes, tapado por un paño blanco y decorado con flores de colores, esa persona desfilaba de cuerpo presente delante de nosotros. Su último paseo… bajo una cada vez más intensa lluvia... Nos mirábamos unos a otros, conteniendo la respiración, impactados por la inesperada escena.

Irene y María decidieron quedarse para intentar contemplar la cremación; el resto exprimimos el acelerador y nos alejamos de Palolem, sin tiempo para decidir a dónde nos dirigíamos. De camino a una gasolinera, un “intocable” estaba sentado en cuclillas cubriéndose de la lluvia en el puesto de comida. Aceptó sin cambiar un ápice su expresión algo de comida y un cigarrillo. Su piel era oscura, y su torso desnudo solo estaba cubierto por una larga y  canosa barba.

En pocos metros de travesía quedó patente que las condiciones meteorológicas no eran las mejores para pasear en moto; Jesús “Nacarito” e Ico sufrieron sendos accidentes nada más salir; el primero vio como su tobillo se amorataba e inflamaba por momentos, mientras que la herida que Ico se hizo en el pie tras una caída no tenía demasiada buena pinta… Pero no era razón para frenar a estos pilotos llenos de determinación!

Los kilómetros iban cayendo sin conocer nuestro destino; sólo nos preocupábamos de recordar el camino de vuelta.  Adelantamientos de infarto entre las múltiples motos en una carrera hacia ninguna parte y sobre un pavimento totalmente encharcado… Las gotas de lluvia golpeaban nuestras caras como si de pequeñas piedras se tratasen; era doloroso… Y peligroso, ya que apenas podíamos abrir los ojos para vislumbrar la siguiente curva;  y todo esto sin casco (esto es India…). Para más emoción, de vez en cuando encontrábamos grandes e impasibles búfalos de agua totalmente parados en medio de la carretera.

Nuestra primera parada fue en una playa paradisíaca, colmada de palmeras, digna de foto. Desde allí, intentamos llegar a otra calita a pie… Que al final fue a nado… Es lo que tiene no calcular bien la profundidad… Mas de un pasaporte acabó calado, mientras atravesábamos manchas en el agua de lo parecía ser ceniza, que alguno se apresuró a atribuirles  un origen humano…

Sin saber cómo ni cuánto tiempo llevábamos conduciendo, llegamos a lo que parecía ser un fuerte o castillo; aparcamos las motos y nos refugiamos de la lluvia en su interior. Más de uno tenía las manos azules debido al frío (unas chanclas, bañador, camiseta y chubasquero en el mejor de los casos era toda nuestra equipación). Nos encontrábamos en el fuerte del Cabo de Rama, a unos 15-20 km de Palolem, en el distrito de Canacona; su nombre deriva del mitológico rey-dios Rama, del libro épico Ramayana, que narra como Rama permaneció en esa zona boscosa durante 14 años de exilio junto a su esposa Sita. Desde tiempos ancestrales este fuerte ha estado en manos de hinduistas, luego de musulmanes y finalmente de los portugueses (que llegaron a estas tierras en 1763 y a los que debemos los corroídos cañones que pudimos contemplar). Hasta 1955 fue utilizado como prisión, y ahora está en un estado ruinoso. Varios paisanos descansaban bajo el techo de la entrada con sus vacas. A Juanra le pesaban ya sus botes de spray y los desenfundó; el resultado fue un glorioso graffiti “MANGA” cuya realización aplaudieron los lugareños. No menos laureada fue la firma de Nacarito… Su sobrio a la par que agudo “DIPASI” marcaría un antes y un después en nuestro viaje…

Muertos de frío, esperábamos a Saúl, Borjita, Luismi y el de ahora en adelante “Dipasi” habían parado en un pintoresco templo a mitad de camino, en él alternaron con un simpático sacerdote. Se trata del pequeño y rojiblanco templo hinduista de Shri Mahalsa, construido en honor a una deidad derivada de Vishnú.

La vuelta no fue más fácil; calados hasta los huesos y con la lluvia de frente, sólo deseábamos llegar… Entre otras necesidades fisiológicas, no habíamos comido nada en todo el día!

María e Irene nos esperaban para contarnos que habían presenciado la cremación; la lluvia no permitía que el fuego prendiera, por lo que lo alimentaron con todo lo que tenían a mano, incluso neumáticos, que producían un espeso humo negro que no hizo más que encrudecer la escena…

Cenamos en un chiringuito (uno de los pocos que estaban abiertos) comida más bien universal, mientras el camarero exhibía un pequeño tiburón “fresco”. Tras la velada, en la que nos volvimos a encontrar a la inglesa de Mumbai rebautizada como Lola, nos fuimos a un cobertizo en la entrada del hotel, para pasar la noche entre risas y copas de ron indio. La velada se vio turbada cuando nos enteramos de que un masajista recomendado por gerente del hotel se intento sobrepasar con las chicas; los intentos de linchamiento popular se sofocaron tras horas de discusiones… Toco cura de heridas entre otras cosas y llego la hora de dormir algo, aunque ya quedaban pocas horas para el amanecer…

 

3 de Agosto -  Old Goa, esplendor y decadencia

Con mucho sueño recibimos un nuevo día, con intención de visitar Old Goa. Era nuestra última noche allí, por lo que tocaba preparar las mochilas. Dipasi se levantó con una indisposición de aúpa, incapaz de articular palabra y castigado por continuos vómitos; entre eso y que su tobillo empezaba a dar síntomas de elefantismo galopante, era todo un cromo. Nadie dijo que fuera a ser fácil…

  

(Secuelas de la combinación de Motos + Monzón)

Nuestro queridísimo y pesadísimo Panzita (quién si no…) nos consiguió transporte hacia Old Goa, a unos 60 km en línea recta desde Palolem, siendo la distancia real mayor, resultando un viaje muy pesado. La ciudad de Old Goa fue fundada alrededor del 1440, para pocos años después caer en manos de los portugueses. Su época de esplendor quedó ya lejos, allá por el siglo XVI, cuando se dice que esta importantísima colonia lusa llegó a tener más habitantes que la propia Lisboa! Las epidemias de malaria y la llegada de poderosos rivales como los británicos y holandeses precipitaron su declive no mucho después. El legado arquitectónico que esta ciudad de decadente aspecto aún mantiene, le hizo merecedora de ser nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1986. Iglesias, catedrales y conventos cristianos soportan el paso del tiempo separadas por amplias avenidas y grandes zonas ajardinadas, que no hacen si no enmascarar la realidad de semi-abandono del resto de la ciudad. Fueron varias las órdenes religiosas las que desembarcaron aquí, encabezadas por los Franciscanos.

Mientras llegábamos a la ciudad abrimos nuestras guías para buscar un hotel donde dejar nuestras mochilas a salvo durante la visita a la ciudad, y para que el bueno de Dipasi se recuperase con una botella de rico suero hiposodico como única compañía. Pero antes otra desgracia se cernía sobre este sufrido viajero. Al llegar a la recepción del hotel, mientras unos negociaban el precio de la habitación que necesitábamos y otros descargaban los bultos de los vehículos, Dipasi se dio cuenta que había olvidado su mochila en Palolem (ropa, dinero, pasaporte)!! Estaba claro que no era su día… Chema y Bernon se prestaron, ante la incapacidad del afectado, a volver a Palolem a por ella, poniendo en peligro su visita de Old Goa, ya que sólo estaríamos unas horas. El beneficiado fue el taxista Panzita, que cobró otra carrera inesperada…

Nos dividimos en grupos para visitar la ciudad. Una estatua de Gandhi vigilaba una rotonda de la que parten las principales avenidas hacia las iglesias; compramos unos diminutos plátanos a una anciana y comenzamos el paseo, mientras el cielo se ennegrecía por momentos…

La visita más destacable fue la de la iglesia del Buen Jesús, al margen izquierdo de la avenida. Este templo es muy importante dentro del ámbito cristiano mundial, ya que en su interior se conserva el cuerpo incorrupto del misionero jesuita español San Francisco Javier, quien comenzó su extensa labor por India, China y Japón, en Goa en 1542… Y allí sigue…O al menos parte de él, ya que algunos miembros de su cuerpo milagrosamente conservado fueron repartidos por diferentes diócesis de toda Asia. Cada 10 años, el cuerpo es expuesto a los fieles, y más de un millón de ellos pasan a hacerle una visita. Nosotros pudimos ver su cuerpo en lo alto del altar derecho, encapsulado en una vitrina, y sólo alcanzábamos a ver su negruzca tez, como si la de una momia egipcia se tratara… Atravesando un patio interior, se accede a un museo que recoge entre otras cosas multitud de pinturas alegóricas que representan a San Francisco Javier en sus periplos por el sudeste asiático. Gran viajero…

Cruzando la avenida y unos sorprendentes cuidados jardines, corrimos a refugiarnos de la lluvia en la catedral y el convento de San Francisco de Asis. Nos tomamos un merecido descanso (alguno hasta echó una cabezadita…) en sus bancos vacíos, mientras esperamos a que amainara el chaparrón monzónico.

De camino a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario y el convento de Santa Mónica, nos paramos en un curioso puesto donde se vendía de todo y de muy dudosa calidad (similar a un bazar chino). Vacas y perros sarnosos que se rascaban sin obtener alivio nos acompañaron durante la vuelta al hotel. Nos acercamos a la orilla del río Mandovi, que riega la ciudad, donde un grotesco barco oxidado y medio hundido parecía pedir auxilio. Multitud de barcazas y barcos de carga navegaban (increíble, dado su cochombroso estado) o cruzaban a la otra orilla, mientras nuestro tiempo en Old Goa se acababa… Debíamos partir hacia el aeropuerto de Goa para tomar un avión que nos llevaría a Nueva Dheli, poniendo punto y final a nuestra aventura en la región suroeste de la península del Indostán. En este punto; María, Irene, Sule, Javi y yo tomaríamos un vuelo hacia Nueva Dheli, mientras que el resto del “rebaño” pasaría de nuevo por Mumbai (para algunos de ellos, sería su primer contacto con “Bollywood”)

Vuelo Goa - Bombay compañia SpiceJet. Precio del vuelo 2.975 INR = 47 €

       ITINERARY
FROM/TO FLIGHT DAY DEPARTURE ARRIVAL STOPS
GOI ( Goa) / BOM ( Bombay) 258 03Agosto2007 14:30 15:30 0

Un avión de la compañía india SpiceJet apodado “Cardamomon” tomó tierra en el aeropuerto de Nueva Dheli. Los cinco estábamos exhaustos tras nuestra intensa estancia en la región de Kerala. Negociamos con un taxista para que nos llevara a la zona de Old Dheli, barrio en cuya estación tomaríamos esa misma madrugada un tren con destino a Jaipur (la capital del Rajastán).

Vuelo Goa - Delhi compañia SpiceJet. Precio del vuelo 3.074 INR = 49 €

       ITINERARY
FROM/TO FLIGHT DAY DEPARTURE ARRIVAL STOPS
GOI ( Goa) / DEL ( Delhi) SG - 256 03Agosto2007 17:50 20:15 0

La salida de la zona del aeropuerto fue caótica; aunque era tarde multitud de vehículos “luchaban” por mantener su posición en la calzada frente a los otros conductores. Llegando a la estación, una imagen quedó grabada en nuestra retina, y que difícilmente olvidaremos; cientos de personas pernoctaban tumbados en las aceras, apiñados, abrazados unos a los otros… Parecían estar aparcados en batería, en un caótico orden… Dantesco. Esas personas, niños, adultos y ancianos, intentaban conciliar el sueño, buscando la protección del grupo, esperando que la mañana siguiente algo cambiara en sus vidas… Pero unos pocos días en este país basta para darse cuenta que para muchos no hay futuro ni esperanza…

Deambulamos durante horas buscando una habitación para descansar unas horas antes de tomar el tren e intentar secar nuestra ropa; pero esa sencilla empresa a priori se convirtió en casi imposible; nos cerraron muchas puertas esa noche, y llegamos a pensar que en esa zona de la ciudad, poco frecuentada por extranjeros, no éramos bienvenidos… Finalmente, alquilamos una habitación en el último piso de un edificio. Tras tender la ropa y cenar, nos echamos para descansar. Era nuestro sexto día en la India, y la enfermedad en alguno y el cansancio en todos comenzaban a dificultar el viaje. Pero teníamos demasiadas cosas por ver y por vivir como para pararnos a pensar en ello…

 

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